Las audiencias de prensa escrita, radio y televisión podrían pensar metafóricamente en el resultado de combinar como “ingredientes”, los distintos medios de comunicación y locutores (as) en México en la cobertura de la pandemia. El platillo a comer: un tamal de medios –elija qué medio sería la “masa” y cuáles el resto de ingredientes—, en vísperas del “Día de la Candelaria”.

Salvo excepciones, el resultado sería comida que provocaría indigestión por la falta de ética, la descontextualización, mentiras que han difundido, narrativa política presentada como “periodismo”, datos sin perspectiva en un problema de salud pública mundial.

Se suman a una narrativa política, intenciones y cobertura alejados del interés público, con una científica de protagonista que ha sido catapultada como “autoridad” en Epidemiología y dan foro a la presentación de su libro, que no respetó procedimiento científico como han advertido epidemiólogos y grupos de especialistas.

A diferencia de la atención mediática por un libro que desde la portada sentencia que la gestión de la pandemia ha sido “criminal”, apenas 10 meses después de iniciar los contagios y con el “sospechosismo” (Santiago Creel dixit) que esto conlleva, no valoran ni consideran el documento científico “Reflexiones sobre la respuesta de México ante la pandemia de Covid-19 y sugerencias para enfrentar los próximos retos”. El documento, que retoma la participación y las ideas de 36 especialistas en Medicina –entre ellos el Dr. Alejandro Macías, infectólogo y encargado de hacer frente a la epidemia del virus AH1N1 en 2009-2010 e integrantes de la Organización Panamericana de la Salud—, es respaldado por 13 instituciones de salud pública.

En el escrito científico no se menciona o sentencia que ha sido “criminal” la gestión o la respuesta del gobierno. En contraparte, un ejemplo reciente de la falta de contexto o intención de desinformar ocurrió con la cobertura de la conferencia del miércoles 27 de enero, cuando se volvió a hablar del exceso de mortalidad en México a causa de la pandemia, a partir de estadísticas y procedimientos tanto del INEGI como de la Secretaría de Salud federal.

Sin averiguar primero o entender cómo son los procedimientos, medios y conductores aseguraron “ocultamiento” de o cifras “maquilladas”. En 2020 hubo al menos dos conferencias de prensa dedicadas a explicar diferencias entre certificados y actas de defunción.

Incluso Eduardo Sojo, exfuncionario público con gobiernos del PAN, publicó un hilo de Twitter para advertir que no había anomalías ni cifras “ocultas”.

Además, un canal de televisión abierta presentó como “nota”, los últimos momentos de personas con el virus SARS-CoV-2 que vivían en CDMX y murieron en su casa, así como decenas de camas sin utilizarse en un hospital.

Vía Twitter, el doctor Isaac Chávez Díaz “regañó” y corrigió al titular de ese espacio noticioso, en lo que respecta a las camas sin usar.

Mientras que en la cobertura de las muertes en casa valdría la pena preguntar: ¿era necesario mostrar el llanto y el sufrimiento de familiares cuando fallece su ser querido? ¿les pidieron permiso para grabar ese momento? ¿Solo en México ocurren muertes a causa del virus, fuera de hospitales? De esta última la respuesta es no. El análisis de las dos primeras pasa por evidenciar una falta de ética del medio.

Por supuesto que es difícil entender y necesitamos herramientas para procesar el duelo y la tragedia por las más de 156 mil muertes en el país a causa del virus SARS-CoV-2. Pero un análisis con seriedad, completo y científico pasa por reconocer factores estructurales y demográficos de México (condiciones de hacinamiento, falta de acceso al agua potable, la informalidad laboral que viven miles de familias, las comorbilidades y enfermedades que padecen millones de personas), antes de usar el adjetivo “criminal” y buscar “culpables”. (Es)Tan mal los medios.

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