En mi artículo anterior hice un diagnóstico del sistema financiero. Se reconoció la solidez financiera de los bancos mexicanos, como lo ha hecho la prensa y los mercados internacionales, aceptando que están mejor que sus matrices. Pero tiene gran rezago en términos de su contribución al desarrollo. No sólo en crédito a la actividad productiva de la banca comercial y la banca de desarrollo, sino en capitalización bursátil y en fondos de pensiones, estamos a la zaga de países emergentes como China, Brasil, Chile y Colombia.

Sí tenemos uno de los más bajos coeficientes de recaudación tributaria, lo mismo sucede en coeficientes de crédito. El resultado neto es crecimiento mediocre, tributación mediocre y crédito mediocre con una interrelación viciosa entre ellos. La conclusión es que hay que agregar a la agenda nacional una política de cambio estructural para el sistema financiero. Ello requiere definir primero para qué sirven las instituciones financieras: ¿para maximizar las utilidades de sus matrices? Como un banco no produce “tuercas”, sino que maneja el ahorro de los mexicanos, su función es asegurar que éste aumente y se canalice a la inversión y al desarrollo. Por supuesto, ello no contradice que también debe dar seguridad.

En las condiciones actuales, el sistema financiero debe contribuir en primer término a que México acelere su crecimiento a niveles de 6%, apoyando aumentos de la inversión pública y privada. Casi todos los países, particularmente los asiáticos, han pasado a niveles superiores de desarrollo con crédito público y privado “orientado” por las autoridades a este fin.

Enrique Peña Nieto, desde su campaña, se pronunció por el fortalecimiento de la banca de desarrollo (BD). Todavía no se define qué quiere decir esto. En mi opinión no significa “más de lo mismo”, actuar como ahora, en forma pasiva como garante de lo que hace la banca comercial y dándole liquidez, el llamado segundo piso, o más bien, segundo sótano. La banca debe coadyuvar a establecer políticas sectoriales y regionales. Le corresponde diseñar, evaluar y financiar proyectos detonadores, como fue Cancún. Por ello, en Asia se llaman policy banks, porque formulan políticas. También debe dar crédito en primer y segundo piso. No debe actuar en el menudeo, sino apoyar a las instituciones que operan en él, como bancos o instituciones financieras especializadas. Debe dar garantías, aportar capital de riesgo, asistencia técnica, subsidios focalizados transparentes, formar cuadros técnicos, evaluadores de proyectos. ¡Fortaleciéndola así, México gana un gran instrumento transformador de política económica!

Así los BD deben impulsar objetivos sectoriales, complementando con crédito el presupuesto de las secretarías de Estado. Nacional Financiera, para reindustrializar al país, formar cadenas productivas de mayor valor agregado; Bancomext: diversificar nuestras relaciones con el exterior, como el Eximbank, financiando exportadores y a quienes les compran, a empresas mexicanas que invierten en el exterior; Banobras: apoyar a la infraestructura y nuestras empresas constructoras para que compitan con las extranjeras, y a los estados y municipios; Financiera Rural debe convertirse en un banco agropecuario que canalice más recursos al desamparado agro; reconstruir la hipotecaria federal, dañada por sus “desaguisados”, para apoyar más a la vivienda.

Estas instituciones deben ser periódicamente capitalizadas, como hacemos con los organismos internacionales, y contar con mecanismos de fondeo a tasas cercanas a los Cetes para que presten barato. Debe racionalizarse el sector. Todos los fondos financieros deben consolidarse en el banco del sector que corresponde. Hay grandes anomalías: secretarías de Estado que tienen sus “banquitos” a modo como el Fondo PyME. El Banco de México opera el FIRA, pensé que su único objetivo era combatir la inflación.

Como otra muestra de los cambios estructurales que requiere el sistema financiero, al amparo de la “teología de la desregulación”, se han creado 4 mil Sofomes. Son non bank-banks ¡No Regulados! Es una contradicción intrínseca. Aquí Kafka penetró en el ámbito financiero, como en otros ámbitos de la vida nacional. Se creó un excelente vehículo para lavar dinero o evadir el impuesto sobre depósitos en efectivo. Gordon Brown afirmó en el G20: “todas las instituciones, mercados y productos financieros deben regularse y supervisarse”, consciente de que a la gran crisis contribuyeron precisamente los “bancos fantasma”. Por sus efectos de contaminación, aquí hay un riesgo sistémico. Para colmo, las Sofomes que funcionan bien y están reguladas, las pasan a la categoría no regulada. ¡En la lista de reformas estructurales de gran impacto, debe estar el sistema financiero!

Secretario general de la Fundación Colosio, AC

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