La realidad es amarga. Por más bonitos castillos en el viento que se dibujen, éstos se desploman ante los hechos concretos. Eso le sucede al presidente municipal Roberto Loyola Vera: en el discurso se empeña en dibujar una ciudad “bonita” pero la realidad le devuelve un Querétaro inundado.

El discurso del alcalde Loyola políticamente es hueco. Apela a que la ciudad es bonita, a que Querétaro es una sonrisa. No comunica política, difunde estética.

Hace meses el municipio comenzó la campaña “Querétaro, la sonrisa más grande de México”. Y fueron colocadas en plazas públicas lonas con la frase “¡Sonríe, estás en Querétaro!”. (Por cierto, esa frase va acompañada de un logotipo con una sonrisa minimalista, sospechosamente parecida al emblema de la empresa turística alemana Tui AG y que podemos ver publicitada en el pecho del equipo de futbol germano Hannover 96).

Nadie está en contra de las sonrisas, es más, hasta dicen que éstas son el espejo del alma; sin embargo, si el discurso de gobierno tiene como base decir que todo está bonito y hay que sonreír, algo pasa en el equipo de comunicación política del alcalde. Privilegian discursivamente lo ornamental sobre lo político.

En esta época de lluvias debe ser difícil sonreír cuando tú casa o tu calle está inundada y el dren pluvial revienta dos veces en dos semanas. O si se sonríe, sólo se consigue para las cámaras una sonrisa amarga.

Dijimos que la realidad es amarga. También lo son las cifras concretas. Al revisar los datos del programa estrella del alcalde Loyola Vera, las famosas Mil Obras, podemos constatar que del millar de acciones, sólo 1.5 % de ellas, es decir, apenas 15 fueron, para el “fortalecimiento del drenaje pluvial”. En cambio, 36.8%, o sea, 368 acciones, fueron para las áreas de “mejoramiento urbano, mejoramiento de imagen en colonias” y “urbanización en nuestras calles”.

Es decir, tanto en obras como en discurso, el alcalde privilegia lo ornamental sobre la infraestructura.

Los apologistas del alcalde podrán decir que las inundaciones no son un tema nuevo, que la ciudad siempre se inunda. Y en ese punto tienen razón, baste recordar las tremendas inundaciones que hubo cuando Armando Rivera —hoy regidor— era alcalde. Después, con González Valle para justificar las inundaciones, se habló de lluvias atípicas. Algo similar sucedió en el trienio del hoy senador Francisco Domínguez.

Sin embargo, con tal diagnóstico, ¿Por qué no se privilegiaron las obras pluviales frente a las obras de ornato? La realidad vino a ahogar cualquier esbozo de sonrisa.

Ante el empeño del alcalde de privilegiar las obras “bonitas” ya la ciudadanía ha dicho basta. El año pasado protestaron por la remodelación del Jardín Guerrero. Aunque hubo un intento de minimizar dicha protesta, ésta tenía como punto de partida que los habitantes no habían sido consultados.

En el mismo tenor fueron las protestas de la semana pasada en el Centro Histórico, en concreto en Venustiano Carranza. Cuestionaron al alcalde sobre sus obras ornamentales y las rechazaron porque nunca fueron consultados.

Roberto Loyola fue un eficiente secretario de Gobierno con el gobernador José Calzada Rovirosa. Tras el desastre dejado por Jorge García Quiroz, Loyola Vera, entró a apagar fuegos y controlar daños. Eso le sirvió de punto de apoyo para alcanzar la presidencia municipal de la capital.

Operar tras las sombras le sienta bien a Roberto Loyola. La luz del sol de la exposición pública de la alcaldía, evidentemente le daña. Su equipo técnico y político lejos de ayudarle, lo deja a la deriva.

Nadie lo niega, Querétaro está bonito, pero se inunda. Tiene una sonrisa inundada.

Periodista y sociólogo

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