No hay ninguna medicina que cure todos los males 

Nuestra democracia está estancada. Muestra signos de agotamiento. Se devora a sí misma…

Los partidos políticos resultan deficitarios frente a los reclamos de la sociedad; están desacreditados. No han sabido descifrar la fórmula del diálogo sin ánimo de conflicto.

El Pacto por México, concretado a inicios del sexenio, parecía un buen intento para mover la maquinaria política oxidada; funcionó al impulsar las reformas estructurales, pero no garantizó unidad, civilidad ni gobernabilidad; duró un suspiro, sólo lo necesario para legitimar al presidente Peña.

En los hechos, la abundancia de partidos impide los acuerdos y pulveriza el voto electoral. La pluralidad, connatural a la democracia, arroja un resultado pobre, por no decir negativo. Hay tantos intereses como jugadores, tantas agendas como membretes políticos impregnados de un pragmatismo que solo conduce al oportunismo.

El consenso para conformar un Frente Amplio Democrático (FAD) parecería deseable y posible, sin embargo, hasta ahora, detrás de la idea para dotar al sistema político de mayor gobernabilidad mediante gobiernos de coalición, asoma el afán de sacar al PRI de Los Pinos y, sobre todo, impedir al arribo de Andrés Manuel López Obrador.

El FAD no está exento de “socavones”.

Un gran obstáculo no sólo es que el PAN, PRD, Movimiento Ciudadano, sociedad civil y aspirantes independientes logren un compromiso común para escoger a un candidato a la presidencia, otro a la jefatura de gobierno de la CDMX y a los aspirantes al Congreso, sino el acuerdo para imponer nuevas reglas del juego para luchar por un estado de derecho que sí funcione para combatir la corrupción, el crimen organizado, la injusticia, la pobreza, la desigualdad, por citar lo primero que más agobia.

Nos dicen que el FAD no trata de mermar al sistema político sino fortalecerlo mediante un nuevo esquema de civilidad por la vía del diálogo incluyente de todas las visiones y todas las propuestas, sin embargo, quienes se sienten con posibilidades de conseguir el poder hasta ahora no han demostrado estar dispuestos a compartirlo; la feria de vanidades se lubrica con codicia. “No han entendido que las contiendas electorales no pueden ser de ‘suma-cero’, donde lo que gana uno lo pierde el otro, cuando el verdadero espíritu democrático nace del acuerdo en el cual quien gana no gana todo y quien pierde no pierde todo”, sostiene el ex líder nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones al hacer un diagnóstico rotundo de la realidad.

El reto del FAD es fijar las bases para que los gobiernos elegidos operen regulados por la ley, con obligaciones y sanciones.  Lo único que el frente no puede ser es convertir el empeño en una lista de lugares comunes y buenos deseos.

A los coalicionistas quizás les falte algo de audacia. Si están tan convencidos de las virtudes del poder compartido ¿por qué no van por un cambio radical y de plano plantean la transición a un nuevo sistema político que, entre otras cosas, admita la segunda vuelta electoral y la reducción del costo de la partidocracia?

Si el modelo del presidencialismo absoluto está agotado entonces hay que cambiarlo absolutamente. Es indispensable recobrar la calidad de vida política; debatir cómo sacar al país adelante, no cómo quitar a uno para que se ponga otro.

EL MONJE OBSERVADOR: Dicen los sospechosístas que un evetual gobierno surgido del cacareado Frente Amplio anti-PRI y anti-AMLO es un sueño guajiro, una estratagema de algunos célebres para meterse de lleno a donde se cocina el nuevo juego político nacional ¿hasta que un cadidato presidencial los separe? Los Galileos (tribu perredista de Guadalupe Acosta Naranjo), el priista Manlio Fabio Beltrones, el panista Gustavo Madero y hasta del Jefe Miguel Ángel Mancera, rebeldes con causa, no quieren quedarse fuera de la fiesta organizada por otros ambiciosos; entran a escena por la puerta de las ideas; tienen llave.

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