El lunes por la tarde, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) dio a conocer las cifras de incidencia delictiva correspondientes al mes de diciembre. Con esto, se tiene ya el total anual de víctimas de violencia letal en 2019: 35 mil 588, sumando los totales de homicidio doloso y feminicidio.

Van algunos comentarios sobre las cifras:

1. En términos absolutos, el número de víctimas aumentó 1.8% en comparación con 2018. Si se considera el crecimiento poblacional (1.3% aproximadamente), el incremento en la tasa de homicidio fue marginal. Esto es sin duda una buena noticia, después de tres años consecutivos de crecimiento de dos dígitos.

2. La buena noticia sobre la trayectoria de la curva no alcanza para borrar el horror de los números absolutos. La estabilización se está dando en un nivel extraordinariamente elevado: en promedio, tuvimos casi 100 víctimas de violencia letal por día. Para poner el dato en perspectiva, España registra aproximadamente 300 homicidios por año. Es decir, en tres días alcanzamos en México el total anual de ese país europeo. De hecho, el número de víctimas de homicidio en México es mayor que el total conjunto de todos los países de Europa.

3. Desde el lunes, se ha propagado el mensaje de que 2019 fue el año más violento de la historia del país. Esa afirmación es notoriamente falsa. Si bien el total anual de víctimas llegó a una marca histórica, la tasa de homicidio está muy lejos de su pico. Todos los años entre 1931 y 1960 registraron una tasa de homicidio superior a la del año pasado. Dicho lo anterior, el nivel relativo de violencia homicida que vivió el país el año pasado no se veía desde hace seis décadas.

4. Por otra parte, el aplanamiento de la curva no es un fenómeno enteramente nuevo o que sobrevino con el cambio de gobierno. En términos esquemáticos, el número de homicidios se estabilizó en torno a 2900 víctimas por mes desde el segundo trimestre de 2018. Con el dato de diciembre, se han acumulado ya 22 meses de relativa estabilidad. En niveles elevados, sin duda, pero sin la pendiente inclinada del periodo que va de mediados de 2015 a mediados del año pasado.

5. ¿Qué explica esta relativa estabilidad? Dada la trayectoria de la curva, no pudo haber sido el cambio de gobierno o una modificación de la política de seguridad ¿Cuál podría ser entonces la causa? La realidad es que no hay buena respuesta a esa pregunta. A pesar de que llevamos ya casi tres lustros conviviendo con elevados niveles de violencia homicida, entendemos muy mal el fenómeno. En particular, no hay explicaciones muy convincentes de los vaivenes de la curva de homicidios en plazos relativamente cortos. Hay hipótesis, hay teorías, hay lugares comunes, pero nada muy sólido. Y eso obliga a la modestia al abordar el asunto.

6. Detrás de las cifras nacionales, existe una enorme diversidad regional. En Guerrero, un persistente punto rojo en el mapa nacional de la violencia, el número de víctimas de homicidio disminuyó 23% con respecto a 2018. En Baja California Sur, un estado que enfrentó una terrible crisis de violencia hace un par de años, la caída fue superior a 50%. En cambio, Sonora vivió una espectacular oleada de violencia homicida: allí los homicidios aumentaron 57%. En Hidalgo, el incremento fue de 49%. En Morelos, 31%. Estas diferencias deberían de servir de recordatorio que el delito violento es un fenómeno dominado por mecanismos locales.

En resumen, el año pasado fue terrible, pero pudo haber sido mucho peor.

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