Amigas y amigos lectores; estas últimas semanas han resultado difíciles para las y los queretanos. Diariamente en los medios de comunicación y en las redes sociales nos encontramos con noticias un tanto desagradables, por ello decidí compartir la semana pasada con ustedes algunos tips de oratoria y me comprometí a volver a realizar dicho ejercicio en esta columna, intentando ayudar, en primer término, a que puedan realizar mejores presentaciones en público y, en segundo lugar, —no menos importante— a que no sólo vean notas pesarosas en su fin de semana.

Algo que debemos conocer acerca de la oratoria, el arte de hablar en público, es que ésta se divide en dos partes fundamentales: el fondo y la forma. Por el fondo entenderemos las cualidades que ha de tener el discurso que se va a presentar: como las estadísticas que se empleen, los autores que manejemos en torno al tema que hayamos elegido, la estructura como tal de la alocución; es decir, el “qué se dice”. La forma serán las características y cualidades del orador: su voz, su ademán, su postura, su gesto, su lenguaje corporal; es decir, el “cómo lo dice”.

Lo correcto es buscar un equilibrio entre estos dos elementos, porque recordemos que “todo fondo implica forma”, pero también “toda forma ha de tener fondo, (sustento)”. En ocasiones resulta complicado tener una excelente forma, pues aunque tengamos escrito nuestro discurso o perfectamente aprendido, al momento de presentarnos ante un auditorio llega el gran enemigo del orador, esa sensación de temor o miedo, que paraliza la lengua, seca la boca y la garganta, produce traspiración, engendra movimientos torpes del cuerpo, los brazos y las piernas, traba la voz, y lo que es peor, nubla la mente. Sin embargo, el miedo es un fenómeno común en casi todos los oradores, incluso en los más experimentados. Y algo que deben saber, amigos lectores, es que jamás desaparece. Lo único que podemos hacer entonces es aprender a dominarlo.

El primer consejo será, por obviedad, no presentarse ante un público hasta dominar el tema seleccionado y conocer la totalidad de factores concurrentes en el acto: la clase de oyentes, sus intereses, reacción probable del auditorio, etcétera. Para eso, debimos contestar las tres preguntas que les compartí en la edición pasada. Ahora, algunos trucos o estrategias para evitar entrar en pánico escénico son: llegar temprano al lugar donde será nuestra disertación, pues genera más confianza ver cómo paulatinamente se llena el auditorio, a llegar y encontrarnos con toda una multitud observándonos. Cuando se expone, se debe mantener el contacto con los espectadores; sin embargo, algunos de mis alumnos me han manifestado que al ver a los asistentes se ponen más nerviosos, por lo cual les recomiendo a los principiantes buscar tres lugares fijos entre su concurrencia: uno a la derecha, otro al centro y un último a la izquierda, de manera que durante el discurso se recurra a estos puntos, así estaremos haciendo contacto visual, pero no fijo. Es muy importante ensayar frente a los amigos y familiares, ya que podremos familiarizarnos con una audiencia. Un ejercicio muy simple, pero que resulta de mucha ayuda, es practicar nuestro discurso de esta manera: sujetando entre los dientes un lápiz, mientras hablamos en voz alta.

Por último, antes de comenzar a hablar, tratando de no hacer de manera pedante gestos o pasos, esperen a que se haga el silencio y después de unos segundos comiencen su disertación. Esto generará en el público asistente, desde el inicio, curiosidad por escucharlos. Recuerden que el inicio del discurso es fundamental, por no decir lo más importante, para atraer a los escuchas. El objetivo del exordio es atraer la atención del auditorio en los primeros 20 segundos de nuestra presentación.

Espero que estos humildes consejos sean de su utilidad. Nos leemos la próxima semana.

Oradora Nacional.

Premio Estatal de la Juventud Querétaro 2013.

@MadalyrmDavila

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