Cuando uno se dedica a buscar expresiones en el entorno y las atrapa en el instante de una fotografía, sin lugar a dudas las encuentra. Resulta interesante observar la imagen y de inmediato damos vuelo a nuestra imaginación para interpretarla y acomodar  la narrativa que surge de los elementos que la componen.

En ocasiones suelen ser contundentes y se convierten en un testimonio. La gran mayoría de ocasiones suelen ser historias con el claro color de la realidad que atrapan, así que te hablan de belleza, de alegría y felicidad, o de esa manera tan peculiar que tiene la naturaleza de imitar el arte. En otras, se refleja el dolor, la violencia, la injusticia y la sinrazón. Pero hay algunas otras que suelen ser estrictamente al gusto del observador, y entonces cada quien acomoda las letras y las palabras de lo que finalmente logra leer en esa fotografía en particular.

Aquí presento una de esas en las que considero cada quien encuentra una historia diferente. Un cotidiano paisaje donde un enorme crucero está por arribar a puerto al final de un recorrido turístico. Es de esos barcos enormes que suelen ser como un pequeño poblado que tiene atracciones suficientes para mantener interesado al viajero por varios días. Pero en la distancia se ve, digamos pequeño, en el gran entorno que lo rodea,  y muy a pesar de verse iluminado y feliz, el horizonte traza figuras caprichosas elaboradas por las nubes que están más a lo lejos y que asemejan montañas. Pero hay una enorme que crece hacia lo alto, como intentando que quien la vea desde el barco no alcance a dimensionarla.

Es como una breve señal de la naturaleza para hacernos recordar que no somos tan grandes y fuertes como solemos pensar. El mar se mantiene en calma para dejar que el cielo sea protagonista de esta expresión, que podría ser bella, dramática o apenas curiosa, como muchas ocasiones suele ser nuestra ciudad,  este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

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