La noticia no fue el resultado ni la predecible ira presidencial contra el INE. La nota fue la baja respuesta social y, especialmente, el enojo presidencial por la pérdida de confianza entre quienes integran su “voto duro”.

El resultado de la consulta popular del 1 de agosto reitera los mensajes del 6 de junio en las urnas: los mexicanos no estamos de acuerdo con los pobres resultados de su administración en salud, seguridad, bienestar, etc.; dividir a los mexicanos no es el camino; vemos en la presidencia a un autócrata, no un demócrata; y el AMLO de hoy dista mucho del AMLO de los 18 años de campaña.

El Presidente que tanto le gusta leer de historia, puede perder la oportunidad de trascender como un buen gobernante si, por soberbia, desaprovecha la lección del 6 de junio y la del 1 de agosto. Él, que dice tener las riendas del poder en las manos, y que cuando cambia la mentalidad de un pueblo, cambia todo, debe hacerse caso a sí mismo.

Que apenas se haya superado el 7% de los ciudadanos registrados en el padrón electoral —gracias en parte a la ayuda de quienes rellenaron urnas creyendo que el fraude patriótico es un recurso válido de la 4T— denota una gran pérdida de confianza social. Y no es que su clientela política —los beneficiarios de los programas sociales— se hayan vuelto aspiracionistas o manipulados por los medios de comunicación y los intelectuales conservadores, sino que es de sentido común, algo elemental que el cumplimiento de la ley no se consulta; que las consultas a la sociedad son para temas dirigidos al bien común, no de caprichos u ocurrencias personales y menos para manipulaciones burdas.

La Ley Federal de Consulta Popular requiere reformarse para que no se preste a las vaciladas para las que empleó el 1 de agosto (similar a lo que fue la rifa del avión sin el avión): para aplicar la ley a los expresidentes, sin que esto sea el objeto de la consulta.

El Presidente no puede enojarse de que la sociedad no haya participado, cuando él mismo no lo hizo. Pretextar que no votó porque no había casillas en la entidad que visitó no es válido. Lo que denota es la baja calidad profesional de su equipo de giras que siendo esto algo tan importante, no lo previó; o no quiso hacerlo para darle pretextos al presidente para atacar al INE que, dicho sea de paso, salió fortalecido, aportando datos precisos poco tiempo después del cierre de casillas, reiterándose como una institución autónoma confiable.

Usar de manera dolosa las herramientas sociales de participación es una manera de pervertir la democracia. Lejos de ser una herramienta social para orientar al gobierno en temas que relacionados con el futuro del país, no puede ser un recurso para lo vano e intrascendente. Los 528 millones fueron un gasto inútil, no una inversión. Los mexicanos no se prestaron a ser utilizados en lo que se ha dado en llamar la democracia participativa de los súbditos; no de ciudadanos.

La tentación de irse contra el INE para convertirla en florero de la 4T, con el pretexto de que no logró los 37 millones de votos necesarios para hacer vinculante la consulta, podría resultarle contraproducente a AMLO en la consulta sobre la revocación de mandato, cuyo resultado será tan intrascendente como el supuesto juicio a los presidentes. Entre otras cosas porque tanto apego tiene el presidente al poder que no lo dejará, si el resultado le es adverso. Pretextos sobrarán, lo veremos.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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