Una flama brillante, universal y emblemática está por apagarse. Dalibhunga Mandela es, sin duda uno de los personajes más populares, respetados y heroicos de nuestro tiempo. A los 94 años su llama, que fue poderosa guía para su adolorido pueblo, es una pequeña luz a punto de extinguirse.

Más conocido como Nelson Mandela, Madiba, como lo conocen en Sudáfrica, ha resistido enfermedades, largos y penosos cautiverios, la muerte de hijos y nietos, la pérdida de sus compañeras, pero ha sido uno de los políticos más perseverantes y combativos del siglo XX.

Respetado por su lucha contra la segregación racial —el apartheid—, Mandela, huérfano desde los nueve años, estudió la carrera de derecho para defender desde un despacho de blancos los derechos de los negros pobres y discriminados.

Siguiendo la mística política de Ghandi, se comprometió con los métodos no violentos de resistencia. En 1956, junto con 150 compañeros de lucha, es arrestado y sentenciado a prisión y liberado cinco años después, al ser declarado inocente. La primera de las muchas ocasiones que Mandela pisó la cárcel.

Su vida ha estado llena de experiencias de lucha, dolor y triunfo. Nelson (nombre anglófono que le impuso una misionera británica cuando estudiaba la primaria) pertenecía al clan Madiba de la etnia xhosa, y fue el décimo tercer hijo de un hombre que tuvo varias esposas y que era nieto del rey de una de las muchas tribus africanas.

Antes de ser abogado, el joven Mandela se ganó la vida en Johannesburgo como vigilante de una mina de oro. Más tarde, ya pensando en la defensa de negros y esclavos, se empleó como oficinista en un despacho en el que sólo laboraban blancos. Su inteligencia y persuasión hicieron que lo acogieran en una firma en la que nunca había trabajado un negro.

Fue en la gran ciudad donde Mandela tomó contacto con el activismo político y las ideas libertadoras que consumaría muchos años después. Formó un frente multirracial en el que incluyó al partido comunista.

Al igual que Gandhi y otros luchadores pertinaces e indoblegables, su vida profesional y política afectó sus relaciones con la familia. Casó tres veces, quedó viudo una vez y con la tristemente célebre Winnie Mandela sufrió una traición que lo hizo sufrir como cualquiera de sus prolongados encarcelamientos.

Sus días de cautiverio fueron miles de jornadas en las que urdió el método para vencer la dictadura segregacionista. Nunca lo venció el rencor, nunca se cansó de instar a la resistencia pacífica y a la reconciliación de los sudafricanos.

Después de la matanza de Sharpeville, Transvaal, el 21 de marzo de 1960, cuando la policía disparó contra una multitud de manifestantes, matando a 69 personas, Mandela sufrió el cautiverio más prolongado de un líder social en la historia.

Tras 27 años de prisión y luego de ser liberado en medio del júbilo mundial, inició un proceso de transición con el presidente reformista blanco Frederick de Klerk, hasta que consiguió ser electo presidente de la “nación del arco iris”, bandera con los colores de todas las razas. Su discurso de toma de posesión fue un célebre mensaje de lucha por la paz, de reconciliación y perdón.

Durante su mandato fijó las bases de una nueva nación con graves problemas políticos y económicos, pero dejó sin resolver graves desigualdades sociales. Se lamentaba en la intimidad de que su pueblo era libre pero pobre.

Estoico y carismático como pocos líderes políticos, se jubiló entre la aclamación de su pueblo. Aún en el retiro, Mandela continuó activo en una serie de causas humanitarias, como su lucha contra el sida (uno de sus hijos murió a causa de la enfermedad) hasta que su gradual apagamiento lo apartó de la vida pública.

Promotor del campeonato mundial de futbol de 2010, el mítico dirigente se disponía a reaparecer en público en un estadio repleto para la ceremonia inaugural, cuando recibió la noticia de la muerte de una bisnieta en un accidente. Desde entonces, Madiba nunca se recuperó.

Hace unas semanas, una grave infección respiratoria ha venido consumiendo al líder más popular y querido de los tiempos modernos. Se espera que para su cumpleaños 95 el pueblo sudafricano haga estallar millones de rosetones y crisantemos en el horizonte de libertad que construyó este hombre ejemplar. La fecha es el 18 de julio y hay pocas esperanzas de que llegue a festejarlo.

Editor y escritor

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