Lo sucedido este fin de semana en el estadio Corregidora fue un acto atroz, repugnante, lamentable y totalmente reprobable. No hay palabras ni adjetivos suficientes para calificar este hecho tan bochornoso. Se trató, sin lugar a duda, de una barbarie.

No es posible que, en un lugar público en el que van familias para disfrutar de un deporte noble y sano como el futbol, de un momento a otro, todo termine en una batalla campal, motivada por el fanatismo y el odio irracional. No sólo es indignante la violencia desatada en las tribunas, sino el grado de saña con que varios agresores se condujeron, cuyos actos infames quedaron documentados para la posteridad en las redes sociales.

El hecho ha sido condenado en todos los niveles. No hay una sola persona que se atreva a justificarlos o tratar de encontrar una explicación racional. Y es que lo que se vivió fue algo que va más allá de la dignidad y la razón. Pero lo que más duele, y a mí, en particular, es que esto haya sucedido en mi bello estado de Querétaro.

Me queda claro que los “sujetos” que provocaron estos hechos son un grupo minoritario y que no debemos permitir que sus atrocidades manchen a nuestra entidad, pero es lamentable la fama negativa que esto le ha generado a la ciudad. Si bien es cierto, lo que se ve en las imágenes no es, ni por poco, un reflejo de nuestra entidad, sí le ha dado un golpe brutal.

Por eso, es indispensable que las autoridades actúen con firmeza, contundencia y determinación. Autoridades tanto a nivel gobierno como dentro de la Federación Mexicana de Futbol, tienen que aplicar sanciones y acciones drásticas y ejemplares. Los hechos ocurridos en el estadio Corregidora no pueden quedar impunes ni mucho menos repetirse, ya sea aquí o en cualquier otra ciudad del país.

Hasta el momento, es dable precisar que la respuesta ha sido lenta, tibia y sin estrategia.

De entrada, es inaceptable que no se haya detenido a ninguno de los agresores el día del evento. También, que en el momento no hayan arribado mayores fuerzas de seguridad para detener el connato de violencia o que las autoridades haya tardado tanto en salir a informar los hechos, provocando con ello una infodemia que ha minado su credibilidad.

Se requieren acciones contundentes que, más allá de condenar y sancionar lo sucedido, establezcan un marco preventivo. Acciones que dejan clara la postura de repudio de la sociedad y el Estado frente a hechos tan reprobables como lo sucedido. Nada ni nadie puede, aprovechando la incertidumbre del desorden, dañar la integridad de otro ser humano, ni mucho menos poner en riesgo su vida.

Esperemos que en las próximas horas las autoridades den resultados y apliquen sanciones ejemplares. El tiempo corre y la paciencia de la sociedad se termina. El gobierno ha prometido cero impunidad ante estos hechos y eso es lo mínimo que espera la ciudadanía. Veremos que resultados se proyectan en el corto y mediano plazo.

Por lo pronto, expreso mi solidaridad y apoyo con las víctimas de estos lamentables hechos, así como a sus familiares. Aboguemos porque el futbol, como cualquier otro deporte y actividad, se desarrolle siempre en paz y tranquilidad.

Para eso somos humanos… para eso usamos la razón.

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