Las elecciones del próximo año están plagadas de incertidumbre. Y no es sólo por la falta de definición en las coaliciones y en sus candidatos.

El papel de las redes sociales y la posible injerencia extranjera amenazante, como la rusa, son riesgos nuevos a enfrentar. En las elecciones de noviembre de 2016 en Estados Unidos 126 millones de personas vieron cuando menos un spot, video, nota, que Facebook reconoce hoy provino de cuentas ligadas a un esfuerzo ruso por interferir en esos comicios. Ya sea con la intención de dañar a Hillary Clinton o con el propósito de generar inestabilidad política en el país.

El esfuerzo no se restringió únicamente a Facebook. También han sido identificadas 36 mil 476 cuentas en Twitter y mil 108 cuentas con más de 43 horas de video en YouTube vinculadas a Rusia.

Las redes sociales que en 2009 fueron vistas en occidente como la herramienta para lograr movilizar a ciudadanos de Medio Oriente para que acabaran con dictadores como Muammar Gadafi en Libia o Hosni Mubarak en Egipto, en esa región fueron vistas como una herramienta utilizada por Estados Unidos para intervenir en sus propios procesos políticos.

Y ahora Estados Unidos es víctima de esas mismas redes sociales que no pueden ser legisladas como medios de comunicación, con reglas que obligan a que den a conocer quién paga y cuánto por sus anuncios, spots o videos, porque se asumen como una herramienta para socializar y conectar personas.

Prometen que van a hacer algo para que sus plataformas no sean explotadas con fines de odio o para difundir información falsa.

Sin embargo es poco creíble que Facebook y YouTube cumplan con esta promesa. Así lo publicó esta semana Sandy Parakilas, quien fue Manager de Operaciones en Facebook en un artículo del New York Times. Esto, escribe Parakilas, porque hay un incentivo económico de estas compañías para generar más clics porque generan más recursos. Y precisamente por este incentivo económico de generar clics lo más rápido posible, el contenido que suben los usuarios comunes y corrientes es una competencia desleal para los medios de comunicación tradicionales (radio y televisión principalmente) que deben llevar un proceso mucho más tardado y cuidado para generar contenido creíble, ya sea para subirlo en sus propias plataformas o en las de Facebook o Google. Por ello son terreno fértil para la transmisión de noticias sensacionalistas… que suelen ser falsas.

En México el INE ya levantó la mano señalando que varios inscritos para votar en el extranjero a través del sitio votoextranjero.mx lo están haciendo desde ¡San Petersburgo! como lo señaló en su columna en este mismo diario Javier Tejado. El riesgo ahí no es el de votantes falsos sino en la posibilidad de un hackeo al PREP el día de la elección. Sería un caos para una sociedad tan incrédula como la nuestra.

¿Qué interés tendrían los rusos en intervenir en nuestras elecciones? Mejor debemos preocuparnos por las trampas de nuestros políticos, no por las de los rusos. Esas son las dos observaciones que me han llegado de lectores a través de redes sociales.

Aquí hay un problemas con esa línea de pensamiento. Observando el caso estadounidense, es claro que los rusos fueron exitosos no en que Trump ganara la presidencia. El éxito ha sido la división y el odio exacerbado que ha generado entre esa sociedad. ¿Queremos más división y odio en México con la violencia que ya vivimos a diario? No lo creo.

APOSTILLA: El caso del asesinato de Adolfo Lagos, director general de Izzi, es una muestra de cómo y cuánto nos cuesta a todos en México que la inseguridad esté desbordada. Desde las personas que menos recursos tienen hasta los más ricos. No importa si se vive en un humilde vecindario o en una fortaleza rodeado de guardaespaldas. La inseguridad que provoca 68 homicidios al día tiene el mismo desenlace. Y en medio está la clase política, que es claro que no puede con la razón de ser número 1 del Estado: el ciudadano le cede el monopolio del uso de la violencia, a cambio de seguridad.

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