En 1964, se estrenó en Broadway el musical El violinista en el tejado. Es una adaptación de cuentos del escritor Sholem Aleijem. El protagonista, Tevye, es lechero, padre de cinco hijas. La acción ocurre en un pueblo judío de Rusia a principios del siglo XX. El mundo ha cambiado y las tradiciones se derrumban, pero Tevye tiene una imaginación fecunda que le permite escapar de su entorno. La pieza principal, “Si yo fuera rico” dice: “Construiría una gran casa / con muchas habitaciones en medio del pueblo. / Un magnífico tejado de zinc y buenos suelos de madera. / Unas grandes escaleras de subida / y otras aún más grandes de bajada. / Y otras que no fueran a ningún lado, / solo para presumir. [...] Los hombres más importantes vendrían a adularme. / Me pedirán consejo como a Salomón el Sabio. / “Si no le importa, Reb Tevye”. “Perdone, Reb Tevye”. / Con problemas que pondrían bizco a un rabino. / Ya da di da. / Y no importaría si mis respuestas fuesen ciertas o falsas. / Cuando eres rico, se creen que lo sabes todo”.

Me fascina esta obra, en especial el momento en que el lechero imagina su patio lleno de patos, gansos y gallinas cuyos graznidos anunciarían al pueblo: “¡Aquí vive un hombre rico!”.

Como Tevye, muchos sueñan con el momento de anunciar su riqueza: el carro deportivo, la mansión, la ropa de diseñador, las comidas en restaurantes exclusivos, para mostrar al mundo su importancia. Que sus comentarios estuvieran basados en el conocimiento o no, fueran acertados o no, sería lo de menos. Como dice el violinista, cuando tienes fortuna, los demás te consideran un sabio.

Los multimillonarios constituyen un porcentaje ínfimo de la población, pero acaparan recursos equivalentes a los ingresos de miles de familias a su alrededor. En economía se habla del coeficiente Gini, que calcula el número de personas cuyo ingreso equivale al dinero que tiene un solo individuo. Esto marca la desigualdad económica de un país. Forbes y Fortune publican listas con los nombres de los más acaudalados; los artículos de estos sitios sirven de termómetro a banqueros y expertos para invertir su dinero con mayor seguridad.

La ciudad de Ginebra, en Suiza; el Principado de Mónaco, Singapur y San José, California, son los lugares en el mundo con mayor número de multimillonarios residentes. Le siguen Nueva York, Londres y París. Las fortunas se clasifican; por ejemplo, Wealth-X define a las personas cuyos recursos netos son superiores a los $30 millones de dólares.

¿A qué se dedican? 47% son dueños de negocios que venden bienes o servicios a nivel internacional; 23% lograron amasar su fortuna a través de su trabajo; entre ellos hay magnates del petróleo, corredores de bolsa, inversionistas cualificados y estrellas del deporte o del espectáculo; un 16% de los multimillonarios heredó su fortuna. Su edad promedio es 61 años.

Sor Juana Inés de la Cruz fue dama de la Corte en el Virreinato de la Nueva España. Probó las mieles de la vida palaciega y decidió retirarse a un convento, para escribir. Muchos se lo reprocharon y ella contestó: “En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas? / ¿En qué te ofendo, cuando solo intento / poner bellezas en mi entendimiento / y no mi entendimiento en las bellezas? // Yo no estimo tesoros ni riquezas; / y así, siempre me causa más contento / poner riquezas en mi pensamiento / que no mi pensamiento en las riquezas”.

Aristóteles, filósofo griego que vivió en el siglo IV antes de Cristo, escribió tres obras, de las cuales Moral, a Nicómaco, es la más trascendente. En ella plantea la cuestión del bien, objetivo final de todas las acciones humanas. En el capítulo VIII, “La virtud es la verdadera felicidad”, dice: “La fortuna causa muchas veces las perturbaciones más diversas en el mismo individuo. Conforme a este razonamiento, es claro que, si quisiéramos seguir todas las mudanzas de la fortuna de un hombre, sucedería muchas veces que llamaríamos a un mismo individuo dichoso y desgraciado, haciendo del hombre dichoso una especie de camaleón y de una naturaleza medianamente mudable y pobre. No es en la fortuna donde se encuentran la felicidad o la desgracia”.

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