El cambio de régimen no ha sido un proceso concluido, en cambio ha sido un camino bastante complejo el erradicar todas aquellas prácticas que en el pasado se normalizaron gracias a las grandes complicidades que existían en la clase política nacional entre los diferentes partidos que se distribuían los bienes y el erario público a contentillo, cubriéndose las espaldas en todo momento y por consecuencia aumentando la corrupción e impunidad en nuestro país.

Desde hace años la izquierda nacional ha denunciado los diferentes actos que dañan la vida pública de México, actos que de la mano de un modelo económico que ha demostrado que es caduco en la actualidad y que desde su implementación lo único que logró fue aumentar la brecha de desigualdad socioeconómica en la población, generando así más pobreza y marginación y de manera paralela le permitió a la élite político empresarial acumular mayor riqueza, provocando una profunda desigualdad en la repartición de la misma.

Esta serie de inconsistencias e injusticias sociales son las que provocaron que grandes grupos ciudadanos se organizaran a través de institutos políticos, colectivos, colectivas, sindicatos y asociaciones para hacer un contrapeso ideológico y político a la clase gobernante que actuaba desde la hegemonía otorgada por el poder en cualquiera de sus expresiones. Al inicio los movimientos disidentes tenían fuerza de manera individual pero al carecer de organización entre ellos el impacto en momentos coyunturales como puede ser una elección, no era el esperado, esto sumado al faccioso manejo de las instituciones públicas a favor del partido en el poder.

Fue hasta que llegó Morena, primero como movimiento social y posteriormente como partido político que las diferentes luchas por la dignidad humana se pudieron unificar en una misma agenda política, generando así una corriente bien definida en cuanto ideas, trabajo y objetivos se refiere. El ejemplo de ello es que en pocos años de existir como partido, el Movimiento de Regeneración Nacional irrumpió de manera contundente en los comicios electorales del pasado 2018, llevándose la Presidencia de la República en la figura del compañero Andrés Manuel López Obrador, la mayoría en la Cámara de Senadores y en la Cámara de Diputados, así como más del 50% de los Congresos Locales a lo largo y ancho del país.

Con estos antecedentes es que el actual partido en el gobierno federal afrontará las elecciones del próximo mes de junio, teniendo como principal objetivo mantener la mayoría en la Cámara de Diputados a nivel federal y por lo menos la misma cantidad de congresos locales para que las reformas e iniciativas de ley que emanen del Poder Ejecutivo puedan concretarse y así complementar el trabajo plasmado en el Proyecto Alternativo de Nación que desde hace más de una década el movimiento Obradorista ha promovido en toda clase de espacios.

Para Querétaro se avecina una oportunidad inigualable para ganar nuevos escaños de representación popular y de este modo generar un mayor equilibrio de fuerza política en la entidad, lo que permitiría avanzar en el plan de trabajo que desde hace dos años se ha buscado implementar en nuestro estado, mismo que ha avanzado contra viento y marea a pesar de que el Partido Acción Nacional en Querétaro ha hecho hasta lo imposible por obstaculizarlo, personalizando las diferencias de visión de estado y generando consecuencias negativas para la ciudadanía que exige mejores resultados.

Estamos a pocos de meses de vivir un momento histórico en nuestra entidad, la continuidad se vislumbra riesgosa para el futuro de las y los queretanos, mientras una alternancia real y lejana a las complicidades del pasado, seguramente la opción por la cual se inclinará la voluntad popular. ¡En el 2021 se tienen que ir!

Diputado local de Morena

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