En las memorias de la historia política mexicana, dialogaban dos de los mejores secretarios de gobernación que ha tenido nuestro país. Uno con toque académico señalando al cielo y el otro con enfoque pragmático, señalando hacia la tierra, cual pintura de “la escuela de Atenas” de Rafael. El ingeniero constitucional de la reforma del 77, le preguntaba al titular de la Dirección Federal de Seguridad: ¿cómo ve la reforma política? A lo que el capitán, respondió: bien. Jesús Reyes Heroles le dijo a Fernando Gutiérrez Barrios, ¡fundaméntelo! Y en una breve frase, el llamado “hombre de confianza” lo dijo todo: prefiero oír gritos en la cámara que bombas en la calle.

Con el dialogo de los dos veracruzanos nos adentramos en un tema que si bien en su momento se consideró un gran acierto en el perfeccionamiento de la democracia, por introducir el principio de representación proporcional y así dar entrada a otras fuerzas políticas distintas a las del partido hegemónico, al tiempo que, contribuyó a la gobernabilidad del país, al abrir la arena político electoral a una fracción de la izquierda que había abandonado la vía institucional para tomar el fusil y organizarse en las montañas; sin embargo, hoy, el México bronco existe, pero ya no por razones político electorales.

No es desconocido para nadie que existe un divorcio entre la clase política y la ciudadanía, muchas son las razones de la animadversión hacia la política y los políticos en particular, pues la ineficacia de los representantes populares, aunado a los actos de corrupción, y las percepciones tan altas en un país tan desigual, son los principales factores que abonan al rechazo, no se diga de los diputados electos por el principio de representación proporcional, los llamados “pluris”, a quienes se les tiene en el imaginario colectivo como “a los que nadie elije” mas que sus partidos.

En el violentísimo año del 2010, el espurio gobierno de Felipe Calderón, dentro de todo lo malo, tuvo a bien proponer el famoso decálogo, el cual era un paquete de diez iniciativas de reforma en materia electoral, dentro de las cuales se contemplaba la eliminación de 100 diputados de representación proporcional. Como muchas iniciativas de ese gobierno, no pasaron. Y el tema fue enviado a la congeladora. Hasta hace unos días que el presidente en funciones abrió el refrigerador y puso de nuevo sobre la mesa de discusión la posibilidad de eliminar a los diputados de representación proporcional.

A título personal, pienso que es una buena idea reducir el tamaño del congreso, es decir, en ambas cámaras, así como en las legislaturas locales, pero es muy importante definir el número y bajo qué principio de elección. Abro hilo.

Twitter: @carlosfcps Facebook: Carlos Velázquez 

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