En agosto de 1963 (lo recuerdo como si fuera anteayer) las Ronettes grabaron una canción que ha perdurado 54 años en la memoria de quienes la escuchamos entonces por primera vez, y bailamos torpemente en lo que se llamaban Thes Danzantes; aunque pegajosa, perdura no por la letra, similar a muchas de las canciones de esa segunda etapa del rock, y que muchos consideraron lejanas al rock que se pensaba violento; no se le dijo fresa porque faltaban cuatro o cinco años para ese adjetivo que llegó a los libros de José Agustín y  Carlos Monsiváis, mucho después que se popularizara entre la tropa.

¿Por qué sobrevive y no otras contemporáneas, como “Limbo rock”, de Chubby Checker, “Blue velvet”, de Bobby Vinton, “I will follow him”, de Little Peggy March; “Al ritmo de la lluvia”, de Cascades; “Big girls don’ty cry”, de Four Season; o “Walk like a man”, de los mismos; “Puff the magic dragon”, de Peter Paul & Mary; “Ruby baby” de Dion Mi Muci; “It’s my party”, de Leslie Gore; “Blame it on the Bossa Nova”, de Eydie Gormé; “If I had a hammer”, de Trini Lopez, que vendieron en ese 1963 más discos que “Be my babe”?

La historia la cuenta la revista Uncut en su número de diciembre de 2017: Ronnie Spector,  misma que años después influiría en la singularidad de Let it be, el último disco como tal de The Beatles, y que también contribuyó a la separación del conjunto, se acercó a las integrantes de las Ronettes, acosó con todo éxito a Ronnie Spector (né Veronica Bennet) (años después fue acosada, también con éxito, por John Lennon, con el viejo y conocido truco de cantarle al oído “Be my baby”), y le propuso grabar esa canción, de Jeff Barry y Ellie Greenwich, a la que agregó o modificó unas cuantas palabras y algunos compases, suficiente para sumarse a la lista de autores y cobrar regalías. La pieza no se diferencia demasiado de otras de esos años y esas voces; la clave del éxito fue la famosa pared de música, creación de Spector (se la asestó a “Let it be”, con el consabido berrinche de Paul McCartney, quien años después hizo que sacaran el disco sin esa famosa pared, sólo para convencernos de que Spector tenía razón).

Una canción fresita fresita, con aparentemente una voz solista y las dos de las otras integrantes del trío, sobresale por esa cascada de música: en primer lugar, no fueron las voces de Estelle Bennett y Nedra Talley, ellas sólo figuraron en los pre-videos; los coros los realizaron Carlene Love, Fanita James, Gracia Nitzsche, Nino Tempo y Sonny y Cher; la música, con arreglo de Jack Nitzsche, uno de los grandes músicos de estudio y luego tan cercano a los Rolling Stones (con los que grabó en cinco discos), Neil Young, con quien colaboró bastante y que musicalizó más de 20 cintas. Al De Lory, Don Randi y el recientemente fallecido Leon Russell tocaron órgano y pianos; Bill Pitman y Tommy Tedesco las guitarras, y dos bajos le dieron peso: Ray Polham y la extraordinaria Carol Kaye, a la que se debe el sonido de “Good vibrations”, de Beach Boys, de “Suspicious mind”, de Elvis Presley, “Something Stupid” de Frank y Nancy Sinatra, “Estas botas son para caminar”, de Nancy Sinatra, y otras 9,996 canciones, más o menos. Trucos de Phil Spector, que hizo tantas y tantas cosas más,

y todo quedó en el anonimato, menos el producto. El producto es lo que cuenta, decía José Emilio Pacheco.

En la misma revista me enteré del fallecimiento de uno de mis cantantes favoritos, Don Williams, autor de varias piezas que serán inmortales ahora que las conozca la gente, un guitarrista magnífico aunque sin renombre, y con una voz y estilo que le dieron al country una dimensión distinta, porque no es un género en el que abunden los barítonos; Williams equivale al country lo que Eric Clapton al blues; sus duetos con Linda Rondstadt y Emmylou Harris (qué envidia) son de lo mejor en la música estadounidense. Por desgracia, muy poco conocido. Más amplio es el obituario de Tom Petty, otro gigante.

Más personal, falleció en circunstancias desoladoras, Guillermo Anaya, de quien fui amigo más de 40 años; confidente, excelente escucha, con una memoria extraordinaria, ayudó a quien pudo. Tuve la oportunidad de redimirme al ayudarlo en los últimos 25 años de su vida.

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