La inseguridad y el incremento de la incidencia delictiva no son asuntos que podamos reducir a explicaciones simplistas como endilgar la responsabilidad a un solo gobernante, a una sola entidad federativa o a una sola razón.

Independientemente de las particularidades de cada entidad, ciudad o municipio, el elemento común que cruza a todos es el deterioro del tejido social.

Una explicación clara

La Secretaría de Seguridad Pública del gobierno federal define al tejido social como “las relaciones significativas que determinan formas particulares de ser, producir, interactuar y proyectarse en los ámbitos familiar, comunitario, laboral y ciudadano”.

Es decir, es una “intrincada serie de relaciones y de acciones entre los individuos, las familias, las comunidades y entre éstos y sus instituciones, de manera que se retroalimentan mutuamente a través de una compleja estructura de vasos comunicantes”.

Pienso que cuando un grupo de individuos de esta red de relaciones deja de trabajar por el objetivo común que es el bienestar de la comunidad y se plantea otra meta por vía de acciones delictivas, el tejido social se lastima o se rompe.

Este es el meollo y por eso pregunto: los que delinquen ¿dejan de pertenecer a la comunidad, a su grupo social, a su colonia, a su familia o a su ciudad?

La respuesta es que no. Siguen siendo parte de la gran comunidad, con la diferencia de que ahora sus acciones están dirigidas al beneficio de ellos o de su grupo y no en favor del resto de la sociedad.

Es entonces cuando se rompe la identidad, se deteriora la solidaridad y se pierde el respeto del derecho de todos sus miembros.

Una vez ubicados en esta condición, paulatinamente crecen los sentimientos de inseguridad, de indefensión y de miedo generado por el grupo de ciudadanos que han roto con el tejido social.

Estos sentimientos generan “indiferencia” ciudadana y entonces, yo no denuncio porque no es conmigo o porque denunciar es una pérdida de tiempo; no denuncio o no participo socialmente contra la delincuencia porque mi hijo, mi esposo o mi amigo es parte de ese grupo de individuos que ha roto con el tejido social.

Es esta actitud –que llega a convertirse en miedo- la que más favorece a los delincuentes. “Allí se rompe precisamente la solidaridad como fundamento del tejido social y se permite la reproducción continuada del delito y las organizaciones que viven de él”.

De Medellín a Querétaro

El ex alcalde de la ciudad colombiana de Medellín, Anibal Gavira Correa, entendió esta visión y actuó en consecuencia. Logró hacer de su ciudad, considerada como la más peligrosa del mundo, una de las más seguras. ¿Qué hizo?

Uno de los funcionarios de esa administración municipal, Jorge Melguizo, narró al periódico “El Observador” de Uruguay, que impulsaron la educación, la integración y la cultura. El plan estuvo focalizado en los dos barrios más pobres. La reducción del índice delictivo no puso el foco en incrementar la represión. Recuperaron espacios públicos y se los entregaron a la ciudadanía.

Esos son los pasos que estamos dando en Querétaro. Justo la semana pasada realicé un recorrido por un espacio público de la colonia Los Sauces, que se recuperó con la participación de los habitantes respaldados por la Policía de Proximidad.

Se mejoraron las condiciones del lugar mediante la colocación de luminarias y la reparación del espacio. Los pobladores referían que este espacio ya no podía ser ocupado para actividades recreativas, y después de esta intervención, se empezó a mostrar interés por el lugar, que ya es ocupado por los niños, jóvenes y mujeres para actividades deportivas y recreativas.

A la fecha, sumamos 16 espacios recuperados en colonias y comunidades, como en Santa Rosa Jáuregui, y queremos que sean más.

La condición para que esto suceda es la participación activa de la ciudadanía; una corporación policial profesional como la que tenemos y la disposición del gobierno que encabezo para logarlo juntos.

Google News