Desde hace 15 años, EL UNIVERSAL publica el suplemento especial de las Mejores Universidades. Este ranking tiene como propósito “analizar” a las Instituciones de Educación Superior (IES) “para que los jóvenes mexicanos estén en posibilidades de decidir la mejor opción académica para su futuro”. Se trata, matiza el documento, sólo de una “aproximación” por lo que el “estado” reportado de las universidades no puede tomarse como “definitivo”.

Para la edición de 2022, se presenta una clasificación de IES de siete estados de la república (CDMX, Estado de México, Jalisco, Morelos, Nuevo León, Puebla y Querétaro) y de 25 programas de licenciatura ofrecidos en éstas. La elaboración de este palmaré toma en cuenta dos tipos de datos. El primero proviene de datos proporcionados por las propias IES y verificados a través del EXECUM, un explorador de datos creado dentro del proyecto de la UNAM llamado Estudio Comparativo de Universidades Mexicanas (www.execum.unam.mx). El otro tipo de información es recopilado a través de una encuesta a empleadores y profesores seleccionados de manera aleatoria. Sin duda alguna, hay información valiosa en este ejercicio. Se realizaron 1,200 entrevistas con el o la responsable del área de recursos humanos y 100 con académicos.

Es probable que el ranking de EL UNIVERSAL haya cambiado a partir de las observaciones hechas por su Consejo Académico creado desde 2007. Me tocó la fortuna de estar en las primeras reuniones de este órgano, revisar indicadores, y llevar a la mesa los cuestionamientos más comunes hechos por la investigación educativa. Y es que los rankings, así como poseen la posibilidad de informar al joven y a sus familias, también pueden confundir. Hay que tomarlos con cautela, buscar más información, e insistir que se mejoren por medio de la discusión pública y el debate global.

Detrás de cualquier ranking, hay una noción de calidad. A veces expresa y a veces no. De ahí que el método para incluir los datos y la deliberación sean importantes. ¿Preferimos una universidad que muestre ser un espacio libre de violencia, que acepte en mayor grado a jóvenes de bajos ingresos para formarlos bajo un modelo curricular orientado al aprendizaje, el pensamiento y la reflexión, abierta a la crítica, con profesores trabajando en un marco de confianza y libertad, y con autoridades electas por sus capacidades intelectuales y directivas que utilicen el presupuesto de manera eficaz y transparente? Esta información aún está ausente en los rankings actuales.

Contar con información pública de un establecimiento escolar es mejor que resignarse al prestigio de boca en boca o la opacidad de los “otros datos”. El carácter abierto de los rankings es valioso, aunque podrían potenciar su función si en lugar de hacer una sola tabla de posiciones como si fuera medallero, se construye un índice compuesto y se le relaciona con información de insumos materiales o financieros. Retomo esta idea del Oxfam Education Report (Watkins, 2000) que construyó el Índice de Desempeño Educativo con base en la cobertura, la terminación de estudios y la equidad de género para relacionarlo con una tabla de ingresos de distintos países, mostrando que no por ser “rica”, una nación registra un buen desempeño. Habrá que seguir la discusión sobre la calidad y los rankings. El Gran Diario de México, con la publicación de sus suplementos, ha dado la pauta para ello.

Poscríptum: En mi entrega pasada, el doctor Eduardo Backhoff me hizo ver que hay discrepancias en las fuentes de datos sobre el número de médicos en México por cada mil habitantes. Verificaré la información para en su caso, corregir.

Gracias por la precisión.

Investigador de la UAQ

Google News