La última vez que la Marina cercó a Felipe de Jesús Pérez Luna, El Ojos, en la procuraduría capitalina hubo un movimiento extraño. Y El Ojos escapó.

El equipo de élite que daba caza al líder del Cártel de Tláhuac comprendió que mandos de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México estaban comprometidos con Pérez Luna y decidieron sellar por completo la investigación.

En la noche del miércoles 19 de julio de 2017 se abrió una nueva oportunidad. La Marina detectó a El Ojos en la demarcación, en la que se movía con total impunidad, bajo el cobijo de autoridades policiacas y delegacionales.

Se decidió echar a andar el operativo, sin comunicárselo a nadie. No más de tres personas de la Armada de México conocieron los detalles.

En la madrugada del jueves 20, el operativo comenzó. El jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, había viajado a Ciudad Juárez para donar seis patrullas a la policía municipal. Ni él estaba al tanto del operativo.

El jefe de Gobierno se había acercado a la Marina desde noviembre de 2016. Tenía noticias de las operaciones de Pérez Luna al sur de la Ciudad y sabía que la que organización criminal que éste dirigía había infiltrado mandos tanto de la policía de investigación de la procuraduría de justicia capitalina como de la Secretaría de Seguridad Pública.

De acuerdo con autoridades federales de primer nivel, Mancera admitió que mientras no supiera hasta dónde había llegado la infiltración de sus policías, no podía hacer frente al llamado Cártel de Tláhuac.

La Marina hizo desde entonces trabajo de inteligencia en la delegación gobernada por el morenista Rigoberto Salgado. Pérez Luna se movía con soltura en lugares públicos: tianguis, ferias, restaurantes. Asistía a eventos diversos. Dado el perfil violento de su organización, se decidió, sin embargo, no intentar aprehenderlo en estos sitios. El costo podría ser un baño de sangre que ocasionara la muerte de personas inocentes.

El Ojos se movía con discreción durante el día, en autos compactos poco llamativos —la última vez se movió en un Tida blanco. El equipo que lo investigaba advirtió, en cambio, que por las noches se registraba el desplazamiento de amenazantes convoyes formados por varias camionetas blindadas en las que se trasladaban armas, dinero y drogas.

Nadie se metía con él. Las unidades de la SSP preferían “abrirse”.

La investigación reveló que El Ojos había infiltrado la delegación al más alto nivel. Amigos y familiares suyos ocupaban desde puestos directivos hasta coordinaciones y jefaturas de unidad.

Indicios recabados por las autoridades federales señalan que El Ojos financió la campaña de Salgado y luego obtuvo de éste una patente de corso que lo convirtió en el verdadero dueño y señor de la demarcación.

El 20 de julio tres camionetas de la Marina fueron tras él. Pérez Luna se dirigió a una casa de la calle Simón Álvarez, en la colonia La Conchita, un sitio en el que operaba, entre otras actividades, la invasión de predios en Tláhuac.

Las autoridades dicen que El Ojos fue avisado de que se aproximaba el primer círculo de la Armada. Su modus operandi había sido siempre el mismo: actuar con violencia extrema. Sus hombres abrieron fuego contra el equipo de operaciones especiales, formado por 15 elementos de élite.

Alrededor del domicilio había un segundo círculo integrado por más de 200 elementos federales.

El tiroteo duró alrededor de 15 minutos.

La casa de Simón Álvarez fue sellada por la Marina. Adentro había dinero, marihuana y drogas sintéticas.

Había listas de pagos, así como el registro minucioso de diversas operaciones.

En el teléfono del jefe criminal estaba, desde luego, su lista de contactos. La agenda telefónica de El Ojos.

En esa agenda, aseguran fuentes federales, aparece la red de vínculos del Cártel de Tláhuac. Ahí están los funcionarios de la delegación y varios mandos de la procuraduría y de  la Secretaría de Seguridad Pública.

La bomba va a estallar. Indefectiblemente tendrá que estallar.

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