¿Quién entre ellos? ¿O espían todos? No es que lo hagan personalmente, sino que reciban, lean y se regocijen con el poder que les implica abrir carpetas y correos que llevan el sello o la marca (roja, negra) de “confidencial”, esos expedientes clasificados con los reportes de espionaje que elaboran sus plomeros.
Pero, empecemos por el principio: ¿quién dio la orden de espiar a periodistas?
¿Presidencia de la República? El presidente Andrés Manuel López Obrador ha repetido una y otra vez que su gobierno no espía a periodistas ni a opositores. También ha dicho que, políticamente hablando, en México no se mueve algo sin que el presidente sepa.
Entonces, si las denuncias de espionaje y de intervenciones telefónicas de Animal Político y de Ricardo Raphael son ciertas, como asumo que son, ¿quién dio la orden de hacerlo en Palacio Nacional? ¿Él mismo? Si fue así, traicionó su palabra, rompió su juramente electoral en el sentido de que su gobierno jamás espiaría a periodistas y opositores. En ese caso, perdón, pero AMLO es un falsario.
Si acaso no fue el Presidente quien dio la orden, o quien consintió que se espiara; si no fue él, ¿entonces quién? ¿Quién es el traidor en su staff que hace ver a su jefe como mentiroso? ¿Fue su ex Consejero Jurídico, Julio Scherer Ibarra? ¿Fue su Coordinador de Asesores, Lázaro Cárdenas Batel?
Si, como me dice gente de Palacio Nacional, ni el Presidente ni alguien más dieron instrucciones para espiar, ni tampoco avalaron que alguien externo espiara, pues peor, porque alguien está espiando desde el gobierno y es gravísimo que el Presidente y su equipo cercano no lo hayan sabido. En ese supuesto, tienen el deber de atrapar y exhibir públicamente a quien lo esté haciendo, sea quien sea, en la Defensa, Marina o Gobernación. O en los tres sitios.
La actitud presidencial de minimizar el hecho es inadmisible. Y lo es porque implica que es un político desmemoriado: él, su esposa, sus hijos, sus doctores y hasta 50 personas de su entorno fueron espiados durante el gobierno de Enrique Peña Nieto con el sistema Pegasus, un instrumento de intervención de teléfonos que, de acuerdo al proveedor, solo se le vende a gobiernos legal y constitucionalmente establecidos. Y mire usted, resulta que ese mecanismo… es el mismo que hoy se utiliza en su gobierno para espiar periodistas.
Qué bueno que no son iguales a los priistas y a los panistas.
Los intentos del Presidente para construir circunloquios que derivan en eso de que “no se espía sino que se obtiene información de inteligencia”, también son inaceptables, y todos los periodistas sin distinción debemos repudiar tal intento de manipulación.
Espiar a periodistas (a cualquier persona) sin que haya una razón jurídica o legal, es un acto profundamente antidemocrático, que remonta a las peores etapas y a las más oscuras cloacas del partido de Estado que padecimos durante el priismo, que, desde los años 60, intervenía teléfonos de domicilios y oficinas tanto de periodistas como de opositores. Es, además, y sobre todo, una intromisión en la vida íntima de las personas, en la privacidad de mujeres y hombres, y en ocasiones, hasta de menores de edad.