Han sido fechas muy importantes para la Universidad Autónoma de Querétaro, comenzando con el 5 de febrero que conmemoramos nuestro régimen autonómico; el informe del señor rector doctor Gilberto el día 18 y continuando con el aniversario del inicio de actividades de la UAQ el pasado miércoles 24.

Son fechas muy propicias para la reflexión sobre dónde estamos, cómo empezamos y hacia dónde hay que ir ahora. Para ser más asertivos, es conveniente hacer un breve sumario de los hechos ocurridos desde el nacimiento de nuestra alma máter en 1951, hasta 1959 cuando concluye su proceso de autonomía.

El gobernador Octavio S. Mondragón decretó la creación de la Universidad de Querétaro con una extensión territorial de 500 metros cuadrados, de acuerdo con el libro Historia de la Universidad del ex rector licenciado Fernando Díaz Ramírez. Resulta interesante poner eso en perspectiva con la actual presencia de la UAQ en casi todos los municipios de la entidad, excluyendo solamente a 6 de los 18 y que aun así, el espacio es uno de los recursos por los que tiene que estar luchando constantemente la universidad, pues no puede albergar a más personas en los salones, que ya de por sí están saturados.

Durante los primeros años de su existencia, la universidad queretana no era autónoma y estaba subyugada al control directo del Ejecutivo estatal, ello se manifiesta cuando el entonces rector licenciado Fernando Díaz comenzó a tener conflictos con el gobernador Juan C. Gorráez, quien intentó cambiar los estatutos universitarios para sustituirlos por unos “menos combativos”.

Esto causó un descontento que trascendió a la misma comunidad universitaria, teniendo consecuencias en gran parte de la entonces compacta sociedad queretana. Los estudiantes, encabezados por el licenciado Álvaro Arreola, quien iniciaría con ésta su lista de batallas en nombre de la universidad, consideraron nula la elección y convocaron a una huelga que presionó al gobierno a restituir al licenciado Fernando Díaz y a reconocer la autonomía universitaria.

Después vino el impulso de industrialización acelerado que pugnaba el ex gobernador José González de Cosío, y que fuera parte importante del auge universitario, a pesar de su constante lucha amistosa con el ex rector Hugo Gutiérrez Vega, que conocí a través del libro Hugo Gutiérrez Vega: itinerario de vida que como saben, muy amablemente me regaló el doctor Jaime Rivas Medina, ex director de la Facultad de Psicología.

Hay muchas consecuencias directas e importantes de la forma en la que se adquirió la autonomía, la más notoria de ellas, la conformación del Consejo Universitario, con una mitad de representantes estudiantiles y otra de docentes, esto en reconocimiento a lo que los estudiantes hicieron en aquel 1958. Un legado que debemos defender de autoridades que asignan a estudiantes que a la par laboran o hacen sus servicios sociales en sus despachos u oficinas y por lo tanto tienen relaciones de trabajo personales y subordinadas hacia ellos.

Entonces, ¿qué significa ser autónomos?, ¿qué encierra el regalo que nos heredaron los estudiantes de generaciones pasadas? Que la universidad es nuestra y por lo tanto debemos responder por ella. Que nosotros, toda la comunidad universitaria, somos la primera y única línea de defensa de todos los ideales que dieron origen a la misma: la verdad, el honor, la justicia social, la oportunidad de crecer para todos y el enaltecimiento de la cultura y del saber.

Significa que elegimos tomar nuestras propias decisiones, lo que trae consigo el deber de responder por ellas. Significa que podemos elegir nuestros propios objetivos, pero que no depende de nadie más que de nosotros su alcance. Significa que la universidad está en nuestras manos y de nosotros depende su futuro, que es el nuestro.

Estudiante de la Facultad de Contaduría de la UAQ. @lui_uni

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