Debo decir que antier fue uno de los días más felices de mi vida y que se lo debo a la OCDE. El llamado club de los ricos donde somos de los más pobres. Y es que por fin alguien con el suficiente peso específico se ha atrevido a reconocer lo que algunos venimos propugnando desde hace años: en México urge un cambio de modelo económico. Tres palabras que por décadas han sido satanizadas y convertidas perversamente en sinónimo de estatismo, gobierno paternalista y vuelta al pasado. Por lo tanto, un tótem monolítico del que nadie debiera hablar siquiera.

Ahora, por fin en el marco del Foro OCDE México 2018 la frase sacrílega ha sido al fin pronunciada. Y no por un trasnochado economista izquierdoso con saco de pana, sino por la mismísima Directora General de esta Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la mexicana Gabriela Ramos. Una reconocida experta a nivel mundial, quien pronunció un párrafo tan impecable como contundente: “Nos dimos cuenta que todo lo que había informado el modelo económico de la mayoría de los países de la OCDE se basaba en fundamentos que simplemente no se dan en la realidad: esta idea de que creces primero y distribuyes después; o que creces y luego te preocupas del medio ambiente; o que el Estado sólo debe corregir las fallas del mercado y no tiene ningún papel para el desarrollo económico. Todos fueron refutados con los resultados de la crisis misma”.

Por supuesto que la especialista matizó al advertir que “la dirección que indica el organismo es hacia un modelo en que el Estado empuje y fomente las condiciones para generar oportunidades tanto para las empresas como para la sociedad, sin desbordar sus funciones y ser un ‘papá Estado’”.

Nadie con medio gramo de sensatez estaría proponiendo eso. Pero en el propio diagnóstico, Ramos toca el punto neurálgico del país, al hablar de generación de oportunidades también “para la sociedad”.

Porque con su aliada la pobreza, es precisamente la desigualdad el más ominoso de los signos que han marcado por décadas a este país tan rico, como lleno de pobres. Y es que la propia OCDE ha establecido que México es el miembro de su organización que muestra las mayores desigualdades en el ingreso que perciben las familias. Lo hemos dicho hasta el cansancio: gobiernos de uno u otro color van y vienen y seguimos siendo una gigantesca fábrica de pobres; y peor aún, cada vez menos tienen más y cada vez más tienen menos.

El complemento del diagnóstico y la receta lo dio el también mexicano José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, quien fue secretario de Relaciones Exteriores y de Hacienda y algo sabe del tema: la impunidad, la corrupción y la inseguridad comprometen inversiones y es imperativo que el próximo presidente a ser elegido el 1º de julio se comprometa a acometer reformas en materia de productividad, digitalización de las empresas, lucha contra la corrupción e inversión en desarrollo.

Todo ello contenido en un documento titulado: Prioridades estratégicas para México, el cual debieran leer nuestros candidatos a la Presidencia y pronunciarse de una vez por todas. No sea que tengamos que recordarles: “es el modelo…”

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