El golpe que recibió la oposición después del abrumador triunfo de López Obrador y de Morena, parece haber resultado en un noqueo del que, tras más de tres años de gobierno, no se recupera. Cada partido político ha padecido de forma distinta la pérdida de poder, no sólo por los espacios que ahora ocupa Morena, sino por la enorme dificultad que la oposición parece presentar en la renovación de cuadros, pero sobre todo en la definición de una propuesta de agenda para el futuro que sume entusiasmos y que genere empatía entre los miles de votantes que han quedado desencantados con Morena y el gobierno oficialista.

Tan desacostumbrados están a dar pelea electoral sin contar con la infraestructura de gobiernos municipales y locales, que sus apuestas para gobernadores y alcaldes no han conseguido la fuerza suficiente para darle la batalla al partido en el poder. Los casos en los que lo han logrado son excepcionales y la elección del próximo domingo es fundamental para que defiendan con uñas y dientes algo de lo que todavía conservan.

En el caso del PAN, que gobierna cuatro de las seis entidades que tendrán jornada electoral, su apuesta por hacer alianza ha debilitado claramente la lógica de tener una línea ideológica distintiva y autónoma. Fundirse con el PRI y el PRD los ha obligado a privilegiar el pragmatismo frente a lo que alguna vez llamaron la agenda del bien común de la que hoy no queda más que el referente. El PRI también ha prostituido sus espacios del espectro político, y si algún día jugó a ser el centro, ahora que para sus alianzas expuestas tiene una mano con el PAN y la otra con el PRD, la tendencia hacia la derecha se le ha vuelto inevitable. La izquierda está abandonada. Sabemos que Morena es cualquier cosa, pero no es de izquierda. Por otro lado, el PRI con esa capacidad metamórfica con la que consigue colocar cuadros y aprovechar la fuga de liderazgos para fusionarse discretamente con Morena, también sostiene alianzas con el partido del gobierno, que sin ser tan evidentes le han redituado en la protección y blindaje de varios de sus integrantes más notorios, incluido el expresidente Enrique Peña Nieto. No solo tienen bien negociada la impunidad, sino que intercambian apoyos en los que la cercanía de ciertos gobernadores priistas con el propio presidente, ni siquiera se ha disimulado. Si algo delata este comportamiento acomodaticio del PRI es la disputa entre el hoy gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, y el presidente del partido, Alejandro Moreno. El primero acusa al otro de abusar de las alianzas con el PAN y el segundo acusa al primero de aflojar la resistencia para que Morena obtenga la gubernatura de Hidalgo.

Las encuestas dan nota de un pronóstico devastador para la oposición si, como anuncian, Morena se queda con 5 de las 6  gubernaturas, y el PAN conserva Aguascalientes. Será entonces que los priistas que apuestan a licuarse con los morenistas sin alianzas oficiales, consigan permanecer, sino en el poder, al menos cerca y bien protegidos.

Es un hecho que ni al PAN ni al PRI les alcanza la identidad propia para ganar un estado sin alianzas o sin la infraestructura de gobierno. Han dejado pasar el tiempo sin trabajar a fondo en un manifiesto mea culpa que al menos les sirva para realizar una reflexión al interior de sus institutos para asumir que el triunfo de López Obrador no se debe únicamente a su tenacidad política, sino en buena medida a los abusos, la corrupción y errores profundos que tanto el PRI como el PAN cometieron cuando ellos tenían el sartén por el mango.

El cinismo con el que operaron sigue tan vigente, que en tres años no hemos podido ver una sola declaración de autocrítica consensuada y pública. Tampoco hay visos de que se hayan planteado la incorporación de liderazgos frescos. Les urgen caras y voces con trayectorias intachables, con propuestas alternativas para atender la pobreza; para detener la militarización y sustituirla por una estrategia de seguridad civil sólida y de largo plazo; para empujar la agenda de género que moviliza consciencias y que transforma contextos no sólo domésticos, sino colectivos.

No tienen mucho que hacer de aquí al domingo, la República Mexicana se va pintando de guinda. Tal vez con tanto fracaso acumulado, ahora sí echen sus barbas a remojar.

Google News