El próximo domingo 16 de agosto será una fecha que pasará a la historia para el Partido Acción Nacional: por segunda vez los militantes tendrán la posibilidad de elegir mediante el voto libre, directo y secreto al presidente nacional del partido y a la planilla que lo acompañará.

El entorno que rodea esta elección es complejo tanto para el país como para el panismo. Sin duda, el resultado de esta elección tendrá una repercusión directa no nada más al interior del partido, sino en la evolución o involución del sistema democrático y de la gobernabilidad en México.

En primer lugar y como era de esperarse, al regreso del PRI el país está inmerso en una crisis progresiva, que nos ha ido envolviendo en un espiral donde un problema lleva a otro. Causas y consecuencias son la corrupción, ingobernabilidad, descrédito internacional, inseguridad, inestabilidad económica, reformas incompletas, descontento social... una larga lista.

El sistema de partidos políticos es visto con displicencia por la ciudadanía. Desde hace mucho los ciudadanos han dejado de sentirse representados por los políticos. El problema se agrava cuando los ciudadanos ya no se identifican con las ideologías de las instituciones políticas, lo que se ha convertido ya en una apatía generalizada.

Triste es que Acción Nacional, a pesar de ser el único partido que fue concebido por ciudadanos para ciudadanos, desde hace algunos años gracias a sus dirigencias y a algunos funcionarios de sus filas, haya vuelto la cara a la Nación, dedicándose a velar únicamente por los intereses de los grupos que se vinculan con sus dirigentes; donde la búsqueda por el poder, el egoísmo, ambición, vanidad y opacidad han sobrepasado los valores, principios, libertades y anhelos de propiciar un bien común a través del humanismo político, que durante muchos años lo identificaron como una opción real y legítima para los ciudadanos.

La consecuencia de este descontento ciudadano por las acciones y omisiones cometidas por quienes dirigen o representan a Acción Nacional no se puede ocultar. En las pasadas elecciones federales el partido tuvo el peor resultado electoral de los últimos 25 años, aún peor que en 1991, cuando no había la normatividad ni la transparencia actuales y cuando el PRI se erigía aún como partido hegemónico en el poder.

En estos últimos tres años, a través de sus dirigencias y de representantes de sus grupos parlamentarios ante el Congreso de la Unión, el PAN dejó de ser una oposición seria, crítica y objetiva del partido en el poder, para convertirse en una comparsa, aplaudiendo todo cuanto hace Enrique Peña Nieto, y cerrando los ojos ante los escándalos de corrupción, impunidad e ingobernabilidad que han caracterizado su gobierno.

El próximo domingo, la militancia del PAN tendrá la responsabilidad histórica de decidir la continuidad de su esencia, sus principios y sus valores. Si votan por Ricardo Anaya, Acción Nacional seguirá aplaudiendo al PRI, consolidando su complicidad con el actual régimen. En contrario, si la militancia vota por Javier Corral, el PAN volverá a sus orígenes como una “organización de todos aquellos que sin prejuicios, resentimientos, ni apetitos personales, quieren hacer valer en la vida pública su convicción en una causa clara, definida, coincidente con la naturaleza real de la Nación y conforme con la dignidad de la persona humana”.

Abogado y catedrático de la Universidad Anáhuac. @gmontesd

Google News