Se acerca la recta final de las campañas. Uno de los acontecimientos más importantes de este cierre, será el tercer debate presidencial. Como bien se ha difundido, ocurrirá el 12 de junio en Mérida, Yucatán, y la línea que abordará el encuentro, será sobre economía y desarrollo.

Al haber sido espectadores de los dos debates anteriores, tenemos una mayor aproximación a la manera en la que ocurrirá éste; tipo de dinámicas y preguntas, tendencias de los moderadores y, lo más elemental, la actitud y la capacidad de respuesta de los candidatos.

Este tercer punto es fundamental para las utilidades del debate: reforzar la simpatía por algún candidato, desistir de una inclinación u orientar a los ciudadanos que están indecisos en su voto. La mayoría de los espectadores están al acecho de propuestas, a pesar de que la seriedad del evento haya sido ignorada por algunos candidatos, en pos de la ridiculización y el infantilismo.

En las pocas oportunidades en que la logística del debate permite hablar sobre las propuestas, se evidencia una falta de diagnóstico, estudio y planeación por parte de algunos de los candidatos, quienes prefieren atacar o defenderse, siendo partícipes de la ola de odio que se ha levantado en esta contienda electoral; cuando son acorralados por los moderadores para contestar inquietudes, se limitan a seguir haciendo chistes, hablar con una retórica maquiavélica sin profundidad ni respuestas o pregonar soluciones mágicas e instantáneas.

¿Qué se espera del tercer debate? López Obrador seguirá, seguramente, con su apuesta a la división. Su propuesta no es socialista, solo caudillista. Su populismo es personalista, autoritario, destructor de modelos sociales de mercado. El populismo caudillista gasta para construir lealtades y líderes y siempre termina en colapsos económicos y financieros.

José Antonio Meade es el único que se mantiene alejado de estos menesteres. Su actitud ha sido formal y amable; se ha tomado con seriedad el compromiso de ser candidato por la Presidencia de la República, responde objetivamente, con conocimiento de causa, sin idealizaciones, desde la experiencia y la realidad. No responde “qués” sin sentido; responde “cómos” desde la conciencia y desde el conocimiento de las necesidades sociales y de los mecanismos públicos. Si se analiza su currículum, podrá reflejarse una sólida y congruente formación académica, y una trayectoria de puestos públicos que, articulados, lo dotan de una gran capacidad en temas de política nacional o internacional.

Son siete los ejes fundamentales de las propuestas de Meade: La prioridad serán las mujeres; Educación de excelencia para tus hijos; Educación, trabajo o negocio propio para todos los jóvenes; Hospitales públicos al cien para tu familia; Ningún bebé nacerá en pobreza extrema; Combate a la inseguridad con un enfoque integral, y Avanzar contigo.

En el debate anterior, los candidatos propusieron mecanismos para asegurar que las promesas de campaña se traduzcan en programas de gobierno. Estas son sus exposiciones:

López Obrador: “No voy a traicionar a millones de mexicanos que confían en nosotros".

Meade: En corresponsabilidad con el Congreso, asegurar los fondos necesarios para el Plan Nacional de Desarrollo, para que se pueda llevar a cabo el programa de gobierno. El mecanismo de seguimiento tiene que ser el Congreso, pues es quien revisa y aprueba el Plan Nacional de Desarrollo. Así se asume la corresponsabilidad y cada uno, el Congreso y el Ejecutivo, rinde cuentas al ciudadano en lo que le toca.

Todas sus propuestas tienen incorporado el cuándo, tiempos, acciones, indicadores, metas, pero sobre todo, gestión para resultados.

Es la diferencia.

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