En los últimos días fuimos testigos de dos acontecimientos que pueden catalogarse como siniestros en el sentido de desastres que, afectan directamente a las personas o a su patrimonio. Por un lado, en la Ciudad de México nos enteramos del lamentable colapso de un tramo de la línea 12 del metro, y recientemente, en el ámbito local, una zona de la capital queretana padeció los estragos de las fuertes lluvias. Ambas situaciones son completamente distintas, ya que, en el caso de la primera, todo apunta -a reserva de los peritajes que se realicen- de que fue producto de una acción u omisión humanas. El segundo caso, fue producto de un desastre natural, sin embargo, eso no exime a las autoridades de su responsabilidad.

Ahora, veamos cuál es la similitud en ambas tragedias, acaecidas en pleno proceso electoral. De entrada, por la naturaleza misma de las situaciones, resulta de mal gusto intentar lucrar políticamente con la tragedia ajena, sin embargo, al desarrollarse en un momento crucial para la renovación de autoridades, es difícil no ponerlas a discusión, dado que su principal coincidencia, tiene como común denominador, la evasión de responsabilidades de todos los órdenes de gobierno.

Cuando los representantes populares son electos, lo último en lo que piensan es en los casos en los que se deba hacer honor a su protesta de ley. La declaratoria de guardar y hacer guardar la constitución y las leyes que de ella emanen, más parece una solemnidad que una verdadera obligación de rendición de cuentas. Todo acto propio o ajeno, representa para los gobiernos, principalmente para los titulares de los poderes ejecutivos en sus tres modalidades, una obligación de responder ante la ciudadanía; las tragedias citadas, son el momento justo para ello.

El papel de los gobernantes se asemeja en echar la bola a los antecesores, al clima, o de plano dejar la bomba de tiempo para sus sucesores, total, en el caso de algunos gobiernos les quedan cuatro meses para concluir el ejercicio. Al final, la ciudadanía queda desprotegida y sin responsables claros, y con ello, no se busca que las prisiones se llenen de ex servidores públicos, ni que se inhabilite a todos los participantes en la construcción de obras de movilidad o pluviales, sino que, existan garantías de no repetición sobre problemáticas que han estado presentes desde años atrás y elección tras elección se vuelven tema de promesas de campaña; prometer sí empobrece no solo al que incumple, sino a toda la clase política.

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Facebook: Carlos Velázquez

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