“He cubierto Irán por más de 25 años”, tuiteó el periodista del NYT, Farnaz Fassihi. “Nunca he visto protestas tan descaradas, tan enojadas, tan extendidas. Por eso hay un apagón total de internet. El régimen tiene miedo”. En efecto, Amnistía Internacional reportaba más de 100 muertos por la represión en solo unos días, un número que resalta en estos tiempos en los que estamos viendo manifestaciones masivas en varias partes del globo. La nueva ola de protestas en Medio Oriente ha ocasionado que algunos analistas estén hablando ya de una “Primavera Árabe 2.0”. Sin embargo, al margen de que Irán no es un país árabe, creo que, tras la experiencia del 2011, hay que efectuar los análisis con menos prisa.

En aquél entonces, aprendimos que había que seguir con detenimiento factores como estos para cada país: (a) condiciones económicas; (b) condiciones políticas, niveles de concentración del poder por parte de las élites, posibles canales de apertura y participación; (c) niveles de corrupción percibida; (d) el acceso a internet y redes sociales; (e) el grado de disposición de la élite en el gobierno a ofrecer concesiones y cambios, o bien, su determinación para reprimir las protestas; (f) la existencia de liderazgos visibles entre los manifestantes; (g) la postura de los diversos actores políticos y las fuerzas de seguridad; y (h) los actores y factores internacionales.

En Irán, el hartazgo social no es nuevo, que éste se ha estado manifestando de distintas maneras desde al menos 2009 y que ha sido una y otra vez violentamente reprimido. A estas condiciones internas, se suma el peso de las sanciones impuestas por Washington. Además, está la percepción que se genera entre la población iraní cuando su país es una potencia regional cuyos intereses cuestan mucho dinero y son pagados con recursos que podrían ser invertidos internamente.

Justo ahora, en paralelo a Irán, hay manifestaciones masivas en dos países de su esfera de influencia: Líbano e Irak, en donde la injerencia iraní se ha convertido en uno de los temas de la protesta ciudadana. Ante ello, Teherán parece querer comunicar que tiene absoluta capacidad y disposición para sostener ese poder que tanto trabajo le ha costado construir, tanto en lo interno como en lo externo. En ese sentido, fuera de lo que suceda en sus países vecinos, es indispensable considerar que, en otros momentos de la historia reciente, a pesar de la fuerza de la movilización social, el régimen iraní sí ha sido exitoso en apagar las protestas.

A diferencia de otros países, en Irán la salida optada por el régimen no es una salida democrática, aún con la fuerza de las protestas actuales.

Analista internacional. @maurimm

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