A Indra, entusiasta bachiller.

Este 2 de octubre atestiguó el desarrollo de nuevas protestas y movilizaciones estudiantiles en diversas universidades del país. El Instituto Politécnico Nacional, por ejemplo, está experimentando un periodo de agitación causado por múltiples razones. Desde meses atrás, se sabe que al seguir la orden de ampliar la cobertura, se elevó el número de estudiantes sin una adecuada planeación. Esto complicó el regreso a clases presencial, así como las condiciones de estudio y trabajo. De acuerdo con Luis Hernández Navarro, en “el malestar de los jóvenes [del Poli] se mezclan viejos y nuevos agravios”. Hallamos, dice el periodista, desde la “disputa del instituto, corrupción, indolencia e incapacidad para responder a las demandas de los alumnos hasta “denuncias de acoso sexual, rapacidad, ambición del charrismo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), porrismo y sucesión presidencial” (La Jornada, 13/09/22). Un problema, repito, de múltiples dimensiones.

Por otra parte, el miércoles pasado, se anunció que 12 unidades de la UNAM estaban en paro. Fernando Camacho, de

La Jornada, le ha dado seguimiento a este conflicto. El periodista narra que a “inicios de este mes un grupo de estudiantes ocupó la dirección de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en demanda de que se habiliten diversos espacios, mayor transparencia en el uso de recursos y garantizar el presupuesto para prácticas de campo” (30/09/22).

El jueves pasado le tocó a la Universidad Autónoma de Querétaro suspender actividades. Zulema Gómez, de nuestro diario, reporta que alumnos de la UAQ “tomaron las instalaciones  para exigir medidas contra un estudiante que presuntamente cometió actos de acoso contra otra alumna”. Pese a que nuestra casa de estudios ha querido atender y resolver este tipo de problemas mediante la creación de instancias como la Unidad de Atención a la Violencia de Género (UAVIG), las y los universitarios piensan que las medidas “interpuestas” son “insuficientes, pues consistieron en cambiar de horario al presunto acosador”. Al no funcionar esta medida y seguir la intimidación, la chica solicitó tomar clases en línea. Esta movilización, según Gómez, sirvió también para “reportar otros casos, tanto de acoso como de inseguridad” (EL UNIVERSAL Querétaro, 01/10/22).

Al momento de escribir estas líneas, sabemos que el viernes 30 se instaló una mesa de diálogo. En el último posteo en la página oficial de Facebook de la UAQ se informa que las “autoridades de la Institución permanecen atentos y en espera de que las, los y les estudiantes en paro entreguen su pliego petitorio; respetando sus tiempos y procesos”. No se menciona algún punto de acuerdo o resolutivo derivado de esa reunión; en cambio, en las redes sociodigitales y “radiopasillo” circulan todo tipo de rumores aumentando la confusión.

¿Cómo salir adelante? Entre otras muchas cosas, apegándonos al código académico y científico que las universidades públicas cultivan y con el que operan. Este nos permite ser críticos, revisar posturas, ser imparciales y resolver los problemas con apego a la verdad. Somos un organismo social autónomo que sabe autorregularse y gobernarse. Al generar ideas y conocimiento, somos capaces de inventar nuevas formas de relacionarnos, en este caso, sin violencia y con legalidad. Las protestas y movilizaciones, aún con sus crisis y efectos inesperados, nos recuerdan la necesidad de ejercer y reforzar nuestro código universitario. La responsabilidad de reabrir nuestro espacio de trabajo, aprendizaje y desarrollo intelectual libre de violencia es de todas y todos.

Investigador de la UAQ

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