No se le pueden pedir peras al olmo, dice el dicho. Igual pasa con el Presidente, quien no entiende ni quiere entender a las mujeres y sus legítimas demandas. Las aprecia, sí, pero como subordinadas en la vida familiar, social, laboral, partidista. Tiene claro que son electoralmente mayoría, y por lo mismo busca ganar su voto. No las ve ni le interesan en su calidad de personas, en su problemática, lo que las oprime, violenta, constriñe su libertad y su desarrollo personal. Eso, eso no le importa.

Las feministas orgánicas creyeron ver en él una oportunidad para impulsar su agenda y lo cobijaron con su manto al declararlo “el Presidente más feminista”. Y sin embargo todos los días constatan que ni ellas ni los muchos grupos y corrientes feministas del país son escuchados.

Desde su inicio “el Presidente más feminista” las agredió quitándoles los refugios para mujeres violentadas, y para sus hijos. Lo mismo hizo con las guarderías, afectando a cientos de miles de mujeres que son el sostén de su familia. Sin consultarlas, sin siquiera escuchar la voz de las pocas feministas orgánicas de su partido y de su gobierno, que se opusieron a estas medidas. Las llevó a cabo como “logro de su administración”. Su manido y maniqueo argumento fue acusar a las instituciones de corrupción. Lejos de resolver los problemas, prefirió acabar con mecanismos que han demostrado, desde su creación, que sirven a las mujeres.

La marcha de protesta del Día Internacional de la Mujer (el 8 de marzo, 2020), y el paro nacional denominado “Un día sin mujeres” (9 marzo) confrontó al “feminismo orgánico” con el independiente. Las orgánicas trataron de boicotear el paro y fueron a trabajar: Olga Sánchez Cordero, Irma Eréndira y las demás integrantes del “Gabinete florero” dieron la espalda a la legítima demanda de parar la muerte de más mujeres, de investigar sus casos y de acabar con la impunidad de sus asesinos, en la que coincidieron todos los colectivos feministas del país, tanto de derecha como de izquierda.

El Presidente es un “feminista numérico” porque en su gabinete tiene más mujeres que hombres, punto. De ahí a encabezar las demandas de respeto a la dignidad e integridad de las mujeres, es otra cosa. No ve ni le interesa la realidad de muchísimas mujeres violentadas durante el confinamiento.

Cuando el Presidente se le ocurrió designar a su leal y viejo amigo Félix Salgado Macedonio como candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero, el liderazgo del “feminismo orgánico” volvió a respaldarlo, pese a las cinco demandas de violación y acoso sexual: Salgado goza de protección e impunidad oficial.

Las feministas que se acercaron a su esposa para pedirle su apoyo para bajar a Salgado de la candidatura, les quedó claro: “el Presidente no escucha” (ni siquiera a su esposa).

A diferencia de todos los mexicanos, al Presidente su esposa tuvo que explicarle el sentido de la campaña “Presidente, rompa el pacto” (machista). Quizás por consideración a su investidura o por falsos respetos las feministas no se atrevieron a decirle lo que en el fondo piensan: “Presidente, respétenos, deje de ser machista y de agredirnos con sus decisiones”.

Para el Presidente la prioridad es ganar las elecciones a cualquier costo. Las feministas independientes tienen, el 8 de marzo, la posibilidad de establecer un ultimátum; y 6 de junio la oportunidad de acabar con el Pacto —en Guerrero y en el país—. Son mayoría. ¡Basta ya de ser agredidas!

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