En los años setenta se volvió famosa la frase atribuida al presidente Luis Echeverría, “la economía ahora se maneja desde Los Pinos”. Esto marcó el fin del periodo conocido como el “Desarrollo Estabilizador”, que logró combinar crecimiento económico con baja inflación y estabilidad cambiaria durante varios sexenios. Echeverría, confiado en una supuesta pericia política y económica que creía poseer, decidió expandir el gasto público a niveles insostenibles, lo que generó una terrible crisis económica al final de su mandato en 1976. Su sucesor, José López Portillo, siguió por el mismo camino, manejando la economía desde Los Pinos. México pagó un altísimo costo en 1982, con una crisis de la que el país tardó más de una década en reponerse.

Una de las principales pérdidas de esas crisis de los setenta y principios de los ochenta, fue la credibilidad en la política económica de nuestro país. Credibilidad que, por cierto, se ha venido recuperando poco a poco en las últimas tres décadas. Si bien es cierto que el crecimiento de nuestra economía en términos del PIB aún es muy pobre, también es cierto, y por demás importante, que gracias al manejo responsable de las finanzas públicas, en el ámbito internacional se ha venido poco a poco restableciendo la confianza en el futuro de nuestro país.

Hoy México enfrenta el mismo riesgo. La credibilidad en la política económica comienza a mostrar fisuras. La inexplicable decisión del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, de cancelar el proyecto del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM) en Texcoco, representa un duro golpe a nuestra economía y, sobre todo ha significado también un duro golpe a la confianza de los inversionistas de dentro y de fuera de nuestro país. Y, lo que resulta más preocupante, pareciera ser que decisiones que afectan la economía y la credibilidad en nuestro país volverán a ser tomadas por una sola persona, como cuando la economía se manejaba desde Los Pinos.

La decisión que se tomó respecto del nuevo aeropuerto es por donde se le vea una mala decisión: miles de millones de pesos tirados a la basura; a partir de ahora, ¿quién va a querer invertir en México en un proyecto transexenal?; ¿de qué sirvió el conseguir un predio de cinco mil hectáreas a una distancia de sólo cinco kilómetros del aeropuerto actual con todas las ventajas que ello significa?; y, muchos etcéteras más.

El próximo gobierno recibirá una economía con bajos niveles de inflación y en crecimiento; que si bien éste ha sido moderado (un poco más del 2% anual en promedio durante los últimos tres sexenios), no es para nada despreciable en un entorno internacional difícil y complejo como el que tendrá que enfrentar la nueva administración. Lo mejor sería hacerlo en un contexto en que no se ponga en riesgo la credibilidad económica del país y se genere la confianza tan necesaria para atraer mayores inversiones que vengan a dinamizar la economía y generen los millones de empleos que se requieren.

Si queremos un mejor futuro para México, es muy importante que al nuevo gobierno le vaya bien y, para ello es fundamental que asuma plenamente la responsabilidad de preservar la credibilidad en su política económica. Fueron muchos años de ajustes, de ver a México sufriendo sin acceso a crédito ni a recursos, debido a la irresponsabilidad de un grupo gobernante que pensó que podía manipular la economía para perpetuarse en el poder. Si alguna lección nos debió de haber quedado clara, es que esas apuestas tienen costos muy elevados, porque nadie gana cuando la economía se dirige tratando de conseguir popularidad y rentabilidad electoral para los gobernantes en turno.

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