Nadie fabrica un candado sin llave 

No hizo falta un cerrajero. Pese  al reclamo y resistencia de los “tiranosaurios”, hartos de imposiciones y falta de respeto, una mayoría calificada de 520 delegados aprobó a mano alzada la propuesta presentada por el ex diputado federal José Ramón Martel (cercano político al secretario de Hacienda cuando Meade estuvo en Sedesol), para abrir los candados que impedían postular a un “simpatizante” no militante como candidato presidencial priísta.

El debate acalorado para modificar el penúltimo párrafo del artículo 166 de los estatutos priístas duró sólo 20 minutitos. La propuesta de la ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega, para que los candidatos sean designados a través del método de consulta a la base militante, fue “bateada” de faul.

De ahora en adelante, y hasta la próxima reforma —claro—, el candidato del PRI a la Presidencia ni siquiera tendrá que ser de hueso tricolor. Basta con que el aspirante tenga prestigio, reconocimiento, aceptación y fama pública, y, en consecuencia, condición competitiva para ganar.

Según el senador Emilio Gamboa, “La reforma a los estatutos no lleva dedicatoria (…) el PRI se está actualizando (…) sabe que necesita acercarse a la sociedad”. Gamboa se da un baño de idealismo democrático para curarse en salud.
 
Resulta curioso verificar los efectos de la derrota real o posible. Cuando el PRI perdió la Presidencia en el año 2000, las fuerzas partidistas encontraron en los tecnócratas a los culpables de la caída. Hoy, ante la posibilidad de volver a perder, los mismos tricolores se olvidan de la identidad como coraza y abren la puerta al pragmatismo salvaje. Será candidato quien pueda ganar, venga de donde venga.
 
Desde luego, quien se lance con la bendición presidencial y el respaldo de las bases debidamente atornilladas, deberá cumplir con una ceremonia de conversión purificadora, adoptar los principios y estatutos del Revolucionario Institucional y garantizar lealtad a las siglas. Mero trámite.

Si París bien vale una misa, la posibilidad del poder bien vale un juramento.

De hecho, la reforma a los estatutos del PRI enriquece la baraja de posibilidades; abre el camino a personajes como el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, esfuma las dudas sobre la supuesta falta de militancia del secretario de Educación, Aurelio Nuño, y arranca la temporada más intensa para tratar de leer el pensamiento presidencial como parte del rito de las especulaciones que suelen rodear la ceremonia cumbre del “destape” del “tapado”, como en los viejos tiempos, con pleno respeto a las tradiciones.

Se aceptan quinielas.

Sin duda, el cambio de estatutos debe leerse como un triunfo del Presidente de la República, el gran “dedo” elector, quien, con o sin encuestas, decidirá al elegido del PRI para jugar a ganar la silla del águila, por difícil que parezca.

Mientras, Peña ha de estar muy divertido leyendo y escuchando a tanto comentócrata.

EL MONJE CHAPULÍN: Se abrieron candados y se cerraron jaulas. ¡Sí se pudo, sí se pudo!, gritaron con euforia los rebeldes incómodos a quienes les dieron su “estate quieto”, con todo y caramelo para que dejen de chillar. Se modificó el artículo 194 del estatuto priísta para combatir  el vicio de los chapulines legislativos, que brincan de plurinominal en plurinominal, entre una curul en la Cámara de Diputados y un escaño en la de senadores, y de regreso, como de trapecio en trapecio… como de flor en flor. Los malquerientes de tales grillos en comal, como Mario Machuca de la CROC quintanarroense, dicen que esos señores y señoras también son como los arbolitos bonsái: cortos de ideas, salen caros y sólo sirven de adorno. PUNTO Y APARTE: Los acuerdos del PRI deberán votarse en el pleno de la XXII Asamblea Nacional, mañana sábado, en el Palacio de los Deportes; la aprobación es mero trámite.

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