Como todos, provengo del vientre de una mujer, una persona con ilusiones, con libre albedrío, con una fuerza y tesón emanados de su origen humilde, con una sencillez y bondad que hoy me siguen sorprendiendo. Esa mujer, como muchas, ha luchado por lo que siempre consideró justo, por sus hijos, por su familia, por su trabajo, que atesoró durante casi tres décadas y que tomó y sigue tomando decisiones trascendentes para ella y en favor de muchos otros.

Hoy que se conmemora un aniversario más de la incansable lucha femenina por la igualdad, recuerdo todas esas acciones, expresiones y cruentas batallas que muchos hemos librado a lado de grandes mujeres. Empezando por nuestra progenitora, abuela —e incluso bisabuela en mi caso— nuestras hermanas, tías, seguidos de amigas, compañeras de escuela o de trabajo, hasta llegar a la compañera de vida y muchas más mujeres cuyo parentesco, cercanía o afinidad ha significado muchas enseñanzas, complicidades y acompañamientos. Entonces por qué temerles, si nos han secundado, impulsado y en ocasiones —creo que en exceso—, aguantado tanto.

Si hacemos el ejercicio personal de identificar a todas las mujeres que han influenciado nuestra vida, podemos sorprendernos de verdad. Seguro encontraremos aquellas que han modelado nuestra manera de ser, que impulsaron nuestras aventuras escolares, empresariales o deportivas, aquellas que cimentaron la forma en que nos relacionamos con los demás; están las que nos hicieron sufrir desde el punto de vista romántico, lastimando, según nuestra óptica, nuestro corazón; como olvidar aquellas que nos retaron y competían por un reconocimiento personal o profesional, impulsando con ello nuestro mejor desempeño en estos ámbitos.

Resultado de este ejercicio, estoy seguro de que muchos habrán recordado con sonrisas, con algo de nostalgia quizá, todo lo que han significado y que seguirán significando muchas mujeres en nuestras vidas. Todo eso, precisamente todo ello que cada uno de nosotros ha enumerado en la memoria, es lo que debemos atesorar y por qué no, celebrar. Estoy seguro de que, también muchos podrán decir, que no todo ha sido bueno y es claro que cualquier mujer, como cualquier persona, perfectible, habrá generado algún elemento menos positivo en la memoria de las influencias generadas. Pero estoy seguro de que, en el balance general, siempre será más favorable que negativo el recuento de memorias e impacto en nuestra persona.

Este martes #DesdeCabina, más que un reconocimiento hoy a todas aquellas mujeres que han impactado, que siguen y seguirán influyendo en nuestra vida, sugiero que sin más reciban ya, por fin, el reconocimiento que merecidamente se han ganado. Dicho esto, temer o no temerles a las mujeres es en cierta medida algo solo de perspectiva y de historia con ellas; yo elijo temer, sí, pero la falta de su presencia, temer el no poder escucharlas, el no tenerlas cerca para contar con su consejo y apoyo, temer la falta de su cariño, de sus ideas, de su pasión, de su inteligencia y sobre todo de su capacidad, reconociéndolas con hechos y apertura en todos los ámbitos, de seguir influyendo en nuestras vidas. ¡Gracias siempre a todas las mujeres!

Rector de la UNAQ / @Jorge_GVR

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