El más pragmático de los presidentes en la historia reciente de Estados Unidos, Barack Obama, hizo lo que necesitó hacer (no más, pero tampoco menos) para ganarle a la coalición más amplia que los “conservadores” pudieron construir en torno a Mitt Romney.
La ruta que Obama siguió fue doble; por una parte, su estrategia fue moverse a la derecha lo más posible, con lo que redujo la disputa con Romney a un número muy reducido de temas controversiales (la selección del candidato a vicepresidente, Paul Ryan, se debió justamente a la necesidad de los republicanos de destacar las diferencias específicas en materia fiscal que tienen con la Casa Blanca).
Y la táctica de Obama fue hacer una radiografía del país —con encuestas, censos, y preferencias individuales de consumo—; después, dividir al electorado en mercados locales y por sector (latinos, mujeres, obreros blancos...) y enfocar las campañas comerciales por radio y televisión para ganar en el margen, en 10 estados, empezando por Ohio y, ahí, en los suburbios de Columbus, Cleveland, Toledo y Cincinnati. Los suburbios de Florida y Virginia sirvieron de reserva.
El rescate financiero de Wall Street (ver, Ron Suskind, Confidence Men, HarperCollins), el repliegue militar de Irak y parcial de Afganistán, el rescate de la industria automotriz, la reforma de salud, y la política restrictiva a la inmigración al inicio de su gobierno le otorgaron al presidente Obama los votos clave de Chrysler y General Motors, JPMorgan y Citibank (que repartieron sus donativos entre ambos partidos), Microsoft y Google, y la industria farmacéutica y hospitalaria. Estos votos los representaron en el Colegio Electoral: Ohio y Michigan, Nueva York y California.
Una vez superado el punto de inflexión de la gran recesión en 2011, Obama pudo flexibilizar su política migratoria, mandar mensajes etiquetados a las élites gay y de mujeres, y canalizar recursos a industrias específicas (como la de energía), lo que le dio el voto en el Colegio Electoral de New Hampshire, Nevada, Colorado y Virginia.
En el margen, los más de mil millones de dólares que Obama gastó en la campaña tuvieron un alto rendimiento, y su concentración en 10 estados y en los distritos clave de esos estados le aseguraron la mayoría en el Colegio Electoral (303 votos a 206 sin contar aún Florida) y la mayoría del voto popular (50% contra 48% de Romney en resultados aún preliminares y no oficiales).
Los dos ejes determinantes para elegir al presidente de Estados Unidos siempre fueron uno político y el otro económico. En la política, Obama ocupó el centro del espectro, moviéndose a la derecha siempre: de ahí la presencia o aval en su campaña de Bill Clinton; los presidentes de las empresas automotrices; el gobernador republicano de Nueva Jersey, Chris Christie; el alcalde de Nueva York, el multimillonario Michael Bloomberg, con ligas al sector bancario; incluso el voto inesperado de John Roberts, presidente archiconservador de la Suprema Corte en favor del desempate en la reforma de salud.
Y en lo económico, la recuperación gradual de: 1) la confianza de los consumidores y 2) la tasa de empleo (Business Insider, Gallup Daily Indexes), justificaron la confianza de banqueros, empresarios e industriales, así como de los gobiernos de otros países, donde la preferencia por Obama fue clara.
En Estados Unidos, el presidente a lo largo de la campaña siempre mantuvo una ventaja “estructural”, aun con altibajos en los medios. De hecho, Obama ganó mucho antes de que se celebraran las elecciones.
Ex consejero del IFE, doctor por la U. de Harvard