Imaginen vivir en un país más equitativo, en el que las mujeres no tengan que trabajar hasta cinco días más para igualar el salario de un hombre. En el que si las mujeres tienen más escolaridad y trabajan más, no reciben un salario menor, solo por el hecho de ser del género femenino.

En donde las trabajadoras no dedican 42.8 horas extras a las labores domésticas, en comparación con 16.5 horas que destinan los hombres, porque ya nos debe quedar claro a todas y a todos, que la del hogar es tarea conjunta. Sin hablar de lo grandioso que sería vivir en un México donde no sean asesinadas 10 mujeres al día. Soñar un país así no cuesta nada. Recriminar y lamentarnos tampoco. Pero no podemos pretender un cambio, ni el más leve, si no movemos un dedo para hacerlo.

La conmemoración del Día Internacional de la Mujer, que lleva en este 2020 el lema “Soy de la Generación Igualdad: Por los derechos de las mujeres”, tiene este año un componente particular y se respira diferente: su empuje a la acción.

Basta de reflexionar que las cosas no son como deberían ser. De buscar estadísticas para sustentar la realidad que conocemos perfectamente, porque la palpamos todo el tiempo.

Por eso una marcha, por eso un paro nacional, porque las mujeres ya no estamos dispuestas a trabajar más y ganar menos, a seguir sufriendo violencia de género, a no acceder a las mismas oportunidades laborales, pero no basta decirlo desde la comodidad de nuestro pensamiento: es hora de actuar.

Y no se trata solo de participar en estos grandes movimientos, también es imperativo conocer y hacer lo que podamos hacer desde nuestra trinchera cotidiana. Y hablando desde la trinchera de este espacio, desde la relación de las mujeres y las finanzas, es cierto que de acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en México, tenemos menos oportunidades que los hombres para acceder a productos y servicios financieros como el ahorro, créditos y seguros, situación que limita nuestras posibilidades de planificar la economía personal y familiar, atender emergencias inesperadas o realizar inversiones.

Las autoridades están haciendo diversos esfuerzos para incrementar la inclusión financiera, pero ¿qué podemos hacer nosotras? La educación financiera es clave. Hoy ya no hay pretexto para no adquirir mayores conocimientos al respecto, existe diversidad de opciones -muchas gratuitas- como cursos, diplomados y asesorías donde se aborda este tema y brindan herramientas que permiten un mejor manejo de nuestros recursos.

Esto no solo está a nuestro alcance, sino que es primordial, porque hasta en el tema financiero también necesitamos equilibrar la balanza.

Datos de la más reciente Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2018, señalan que sólo 31% de las mujeres tiene una cuenta de ahorro para el retiro, mientras que los hombres, 49%.  Un dato más: el 23 por ciento de las mujeres cuenta con un seguro, contra 28% de los hombres. Del total de cuentas individuales registradas en las Administradoras de Fondos para el Retiro (AFORES), 40.9% son de mujeres y el 59.1% corresponden a hombres, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR).

En conclusión: es urgente fortalecer el rol de las mujeres en el sector financiero, esto ayudará a fomentar el crecimiento económico y la equidad de género en este rubro.

Hagamos lo que tengamos que hacer para no solo imaginar un mejor país, sino lograrlo. Para elevar la participación de la mujer; para hacer todo con el fin de cerrar la brecha salarial, para hacer visible y debatible lo verdaderamente importante, para lograr la equidad de género.

Pasemos de la reflexión a la acción y ¡pongamos los tacones en marcha!

“Llamar a la mujer el sexo débil es una calumnia, es la injusticia del hombre hacia la mujer. Si por fuerza se entiende la fuerza bruta, entonces, en verdad, la mujer es menos brutal que el hombre. Si por fuerza se entiende el poder moral, entonces la mujer es inmensamente superior”. Mahatma Gandhi

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