Cada año procuro abrir un grupo terapéutico de pérdida y duelo. Esto me sugiere abrir viejas heridas que siempre estarán presentes, pero que hoy en día se saben ahí y han aprendido también a manifestarse de otras maneras más llevaderas.
Cuando falleció mi hijo Ricardo fue un gran golpe para mi psique, para mi estado físico y literalmente entré en una locura vertiginosa. Tardé dos años para recuperarme  y resignificar mi vida.

Actualmente, en la práctica con mis clientes que viven estas situaciones me encuentro que no sólo enfrentan la pérdida, también sufren con la falta de información de la familia y amigos que no saben cómo poder apoyarlos y qué les está pasando, pues es el proceso de cambio más difíciles para el ser humano.

La pérdida no es solamente la muerte de un ser amado, también lo es un divorcio, la pérdida de una capacidad, cuando los hijos inician su propio camino, incluso la pérdida de la juventud.

La primera fase del duelo: el shock, probablemente reaccione a la noticia de la pérdida con un sentimiento de incredulidad.

Puede negar la realidad en algún nivel para evitar el dolor. Y las siguientes fases son:

Negación: Caracterizado por la conmoción e incredulidad, sirve como amortiguador para movilizar el mecanismo de defensa.

Enfado: Ocurre resistencia a la pérdida, la ira generalmente se dirige hacia los demás.

Negociación: Se buscan acuerdos con Dios u otro poder superior, en un esfuerzo por posponer la pérdida.

Depresión: La pérdida se realiza; con ellos todos los síntomas de la misma

Aceptación: Se produce el reconocimiento de la pérdida, puede producirse el desinterés; el pensamiento futuro puede ocurrir.

Conocer estos factores puede ayudar a la familia a enfrentar y ser pacientes con esa locura y el dolor que subyace en los dolientes, cambian totalmente, sus reservas energéticas son resguardadas para lo más esencial como el trabajo, no entendemos cómo el cambio de personalidad puede ser abrupto, es porque definitivamente un duelo puede ser mucho para procesar.

“Te digo adiós para toda la vida, aunque el resto de mi vida estaré pensando en ti. Podemos amar mucho a alguien, pero le amaremos aún más si lo perdemos algún día”. Escribí esto algún día en el diario de mi pérdida.

El duelo puede revelar algo de ti que no conocías, pero que siempre ha estado ahí. Si lloras, harás que el duelo sea menos profundo. La única manera de afrontar el dolor es la acción.

El arte me ha salvado de muchas formas, en él encontré el desahogo y la transformación, hubo muchos factores en la transición de Ricardo que decidí plasmar en el lienzo, me siento acompañada de varios pintores, como Edvard Munch, que decidieron trasladar su locura, sufrimiento y hasta el gozo incoherente de la pena en un lienzo, dejando un antecedente necesario en la historia de la pérdida en el ser humano.

Porque cuando enfrentas una pérdida también puedes encontrar el sendero que te lleve a una recuperación,  personal y espiritual.

El proceso de la muerte es una ilusión; nunca mueres porque siempre habrá alguien te recuerde y te ame aunque no estés presente, quizás sea la muestra de amor incondicional más grande y real del ser humano.

*Artista visual, escritora y terapeuta

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