Fiel a su dicho de que la mejor política exterior es la política interior, AMLO también está haciendo a los países extranjeros víctimas de sus prejuicios ideológicos y de la manipulación política para sus intereses personales, dado el número y la complejidad de conflictos que día a día surgen como resultado de su pésima gestión.

Pareciera que ya no hay enemigos internos de la estatura que le ayuden a superar los escándalos cotidianos de su administración, y ha optado por “construir adversarios” en el exterior envolviéndose, en el caso de España, en la retórica anticolonial que muchos odios genera entre los pro indigenistas al mencionarles la conquista de México, para ganar adeptos.

Comenzó con la descalificación a la ministra del exterior de Panamá por rechazar como embajadores en su país a dos impresentables de la 4 T: Pedro Salmerón y Jesusa Rodríguez. Ambos propuestos faltando al protocolo diplomático que establece que primero se solicita el “placet” (aprobación de un gobierno a un diplomático propuesto para ejercer la representación de su país) del país anfitrión, antes de hacer pública la nominación del candidato.

Pero AMLO, apoyado en su idea de que él está sobre cualquier ley, quiso imponer al amigo de su esposa como embajador. Sin embargo, la campaña “un acosador no será embajador” trascendió al país Centroamericano y, aunado a su falta de oficio diplomático, le valieron no obtener el “placet”. La propuesta de Jesusa Rodríguez pareció más una venganza por el rechazo a Salmerón.

Después vino el conflicto con España, hecho público desde la Santa Inquisición Mañanera. Nadie sabe con exactitud la motivación tras esta nueva ocurrencia presidencial: si es uno más de sus caprichos, arrebatos, su hispanofobia, presión americana para que no compren Banamex, o el perfecto distractor —o todos juntos— para encubrir el caso de la “Casa gris” de Houston, donde está involucrado su hijo mayor José Ramón, de quien ha hecho un asunto personal su defensa, pese a que había dicho que él sólo respondería por Jesús Ernesto por ser menor de edad.

Primero exigió a los españoles que se disculpen por los hechos de hace 500 años y ahora acusa a las empresas españolas que han invertido en México de saqueos y corrupción por exigir, entre otras cosas, respeto a los términos en que invirtieron en el sector eléctrico. Esto suena más a pretender que el caso se resuelva a través de los medios de comunicación, y no en los tribunales correspondientes.

La respuesta del gobierno español fue fuerte, contundente y en tono de amenaza: “Debe quedar claro: el Gobierno de España va a defender a los españoles, el buen nombre de España y a sus empresas en cualquier circunstancias” y ha llevado el asunto al seno de la Comunidad Europea y de la OTAN, donde se habló de “la necesidad de concluir los acuerdos con México, con Chile y con Mercosur”.

Ante esto López Obrador ha optado por matizar sus señalamientos aclarando que no es una “ruptura”, sino un tiempo en el que autoridades y empresas españolas deben “internalizar” que ya no cabe el “saqueo” ni la “corrupción”.

Urge que alguien serene al Presidente y le haga ver que un personaje es el eterno candidato, y otro el presidente de la República; que deje de ser omiso y aplique la ley si ha detectado corrupción Y que explique por qué su gobierno ha otorgado contratos a las empresas españolas en el campo energético si se queja de ellas. No caben las pausas, sino explicaciones.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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