Para lograr el apoyo a nuestro proyecto, ya sea teniendo un lugar en la administración pública o en las elecciones. El votante busca congruencia entre sus ideas políticas, su capacidad para gobernar y la trayectoria que tiene en el partido con la forma en la que expresa su mensaje político y la imagen pública que proyecta, en apariencia y lenguaje corporal.

En el año de 1960 se transmitió en vivo el primer debate político entre Richard Nixon y John F. Kennedy. Éste llegó a las audiencias por radio y por televisión. Quienes lo escucharon a través del radio estaban totalmente convencidos de que Nixon había ganado sin lugar a dudas. Quienes lo vieron por televisión, que fue la gran mayoría de la ciudadanía estadounidense, estaban seguros de que el claro vencedor había sido el candidato demócrata, Kennedy.

El candidato republicano acababa de salir del hospital tras haber pasado un par de semanas internado por un problema de rodilla, se veía ojeroso, pálido y cansado y al llegar al foro televisivo se rehusó a ser maquillado. El demócrata, por su parte, lucía más joven, atractivo, recién bronceado y su lenguaje no verbal transmitía relajación y despreocupación. Kennedy ganó las elecciones por un margen muy corto, pero de manera clara se mostró una tendencia a su favor tras este debate.

Desde entonces se comenzó a prestar mucha más atención al trabajo de los asesores en imagen que hablaban de que la apariencia y la comunicación no verbal influían de manera importante en la toma de decisiones de los electores. La asesoría en imagen política es una rama de la comunicación que genera gran suspicacia. Entre sus detractores se escucha que la obsesión por la imagen interfiere de manera importante con el juego político y lo vuelve superficial. Sin embargo, con más evidencia cada vez quienes nos dedicamos al cuidado de la imagen política sabemos que no tiene nada de superficial.

En política la imagen es mucho más que sólo apariencia. Es una herramienta y un proceso que ayuda acceder al poder, ejercerlo y mantenerlo; es un proceso de comunicación, difusión y promoción.

El asesor en imagen pública debe de analizar al político en todos sus aspectos: su apariencia física, su personalidad, su entorno familiar, sus hábitos sociales, el lenguaje no verbal, la imagen verbal, entre otros y busca que exista consonancia entre el interior y el exterior de la persona para así ganar credibilidad.

Pero el objetivo del asesor en imagen es todo menos superficial, porque para lograr congruencia entre todos los estímulos se debe de ser estratega. Se debe entender cuál es el contextos político/social en el que el político se desenvuelve, debe aprender a analizar los cambios en la opinión pública, entender las necesidades que preocupan a la ciudadanía/electorado, analizar las fortalezas en imagen y fondo contra los demás candidatos/políticos, saber analizar y comprender los resultados de las encuestas que se presenten, debe entender la ley electoral y también las formas políticas para tener espacio para negociar.

El manejo/asesoría en imagen política, es por lo tanto, un proceso metodológico que debe de ser bien pensado y que no da lugar a la improvisación ya que al llevarlo a cabo con conocimiento y experiencia se fortalece el liderazgo y se asegura la permanencia en la esfera pública como protagonista.

Como político, no está mal visto ni es banal buscar el apoyo de un asesor en imagen pública; al contrario, al hacerlo se busca derribar barreras de comunicación con su público objetivo para entonces extender las bases de apoyo que le permitan establecer relaciones de aceptación y apoyo para alcanzar objetivos, posiciones y acuerdos.

Directora de imagen pública en Magentta Creatividad e Imagen

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