Cuando se anunció, en diciembre pasado, que los tres principales partidos, junto con el gobierno federal, creaban un mecanismo de interlocución llamado “Pacto por México”, la sorpresa fue grande, pero mayor la incredulidad. Después de 15 años de no poder lograr acuerdos (aunque entre 2007 y 2009 sí los hubo, aunque hayan sido malos) pocos creían que este anuncio tuviese algo detrás.

No ayudó el documento con 96 acuerdos específicos que presentaron, pero los primeros hechos, específicamente la reforma educativa, hicieron cambiar de opinión a muchos. Sin embargo, puesto que esta reforma estuvo acompañada de cerca por la detención de Elba Esther Gordillo, para la mayoría lo que estábamos viendo era una recreación del sexenio de Salinas (encarcelando entonces a La Quina).

Pero a la reforma educativa siguió la financiera y la de telecomunicaciones, y el procesamiento de asuntos pendientes, como el amparo y la ley laboral. Ya para entonces, la duda inicial acerca del Pacto debía haber desaparecido, pero no fue así. Puesto que el proceso electoral de julio estaba encaminado, y empezaban los ataques entre, y dentro de, partidos, la idea general fue que el Pacto había sido útil, pero muy breve, porque no habría manera de que sobreviviera a las elecciones.

De eso han pasado algunas semanas, y se acaba de convocar a un segundo período extraordinario del Congreso para la próxima semana, en el que se procesarán nombramientos resultantes de la reforma de telecomunicaciones, las leyes secundarias en materia educativa, la reforma del IFAI que tanto se ha atorado, el nombramiento del consejero del IFE que está pendiente, y se completará el proceso legislativo para la regulación de deudas de estados y municipios, principalmente.

Para un período de tres días no parece poco trabajo, sin contar que ya hay dos iniciativas concretas de reforma energética, y el lunes se presentará la tercera, además de las discusiones acerca de la reforma político-electoral que, dentro del Pacto, se acordó procesar antes que la energética. Más aún, ya el secretario de Hacienda ha semblanteado el inicio de la reforma fiscal (es decir, lo relacionado con el régimen fiscal de Pemex).

No creo que sea aventurado decir que en los ocho meses de existencia de este instrumento de negociación hemos avanzado más que en los 15 años previos. Dirán que la reforma energética está fuera del Pacto, pero yo me permito discrepar. Se están presentando las iniciativas por fuera, pero se está discutiendo dentro. Se ha respetado la secuencia acordada (electoral, energética, fiscal), y percibo más interés en encontrar acuerdos que en enfatizar discrepancias (aunque éstas se emiten de forma más escandalosa, total, es para la galería).

El Pacto es un mecanismo de negociación que incluye cerca del 80% del Congreso, al gobierno federal, e indirectamente a prácticamente todos los gobernadores. Hay quien dice que esto va en contra del gobierno representativo, pero eso es un absurdo. Cada partido actúa en el Pacto de forma independiente, tratando de obtener lo mejor para sí mismo, y haciendo uso de su poder relativo: de cuántos votos tiene en cada Cámara, de qué puede vetar, de amenazas que puede proferir creíblemente. Si este proceso ocurre entre coordinadores parlamentarios, jefes de partido, o notables, es exactamente lo mismo. Salvo, claro, para quienes no están en la discusión.

Por la manera como se construyó este mecanismo, se quedaron fuera algunos. Una parte del PAN, fundamentalmente de senadores cercanos al ex presidente Calderón, y una parte del PRD, destacadamente Marcelo Ebrard. López Obrador estaba fuera desde el principio, porque eso de negociar no es lo suyo, y porque su única estrategia factible para el futuro es decir que no a todo, hasta a lo que él quisiera. No percibo priístas fuera, porque su disciplina partidista es más fuerte (habrá quien la califique con otro término).

Si el Pacto sigue avanzando por donde va, y se logran procesar las dos grandes reformas esperadas, entonces faltará durante 2014 bajar los cambios a legislación secundaria, y terminar este proceso con una reforma política completa. Algo como lo que los senadores de PAN y PRD propusieron hace unas semanas, pero que en este momento no puede discutirse. Esa reforma, que como ellos dicen, se refiere al cambio de régimen político, cerraría el proceso del Pacto, y cerraría la construcción de una nueva Constitución.

Porque a lo mejor no lo ha notado usted, pero eso es exactamente lo que está haciendo el Pacto por México: es una especie de Congreso Constituyente, es la consolidación de la transición. La mejor de las suertes a esta generación de políticos.

Profesor de Humanidades del ITESM-CCM

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