‘Outsiders’ e independientes
Para algunos analistas políticos, existe una cantidad importante de candidatos considerados outsiders (anglicismo: extraño, forastero, intruso, fuera de su lugar). El término cobró importancia en Latinoamérica ante el triunfo de Jimmy Morales en Guatemala. En nuestro país se posicionaban otros como tales, por su oposición al establishment. En las elecciones en Querétaro señalaban lo mismo a empresarios que a las mujeres emergentes (por la cuota de género) como outsiders. Los outsiders exitosos son aquellos que hacen del discurso polarizador su arma favorita, buscando hacer sinergia con el descontento que existe contra la política establecida, los gobernantes y las estructuras partidarias, lo que les da aceptación y viabilidad a sus proyectos, pues enarbolan y abanderan el descontento social. Se ha hablado de ellos y muchos quieren serlo, aunque otros los detestan. Desde hace un tiempo, forman parte del léxico de políticos e investigadores. Al lector no le queda más que acostumbrarse al término. Se da por sentado que se comprende qué es, aunque no todos coincidan con su significado. La timidez inhibe a muchos a hacerse la pregunta en voz alta. Como observador de la política, me ha incomodado la apropiación libre que el periodismo le ha dado a este término. El riesgo es que pierda su significado y utilidad, a tal punto de ser aplicable a cualquiera. Finalmente, ¿qué es un outsider? Preciso, un outsider es un personaje que incursiona en política partiendo de un prestigio acumulado fuera de ella. Este capital propio proviene de la farándula, de las artes y cultura, de la empresa. Un outsider es novato en política, pero no todos los debutantes políticos lo son. Tienen que emerger por fuera del “sistema” y sólo se es outsider una vez en la vida. Pero, dado que nuestro sistema es endeble y que los modelos de carrera política están desacreditados y desdibujados, es más difícil identificar quién es quién, pero ello no justifica arroparle tan fácilmente el término a cualquier candidato.
Uno de los efectos de la reforma política fue el estreno de las candidaturas independientes en las elecciones de junio, que llevó al poder a una constelación de políticos antisistémicos. Coyuntura para la aparición formal de candidatos outsider, que no necesariamente son candidaturas independientes. Las consecuencias no se agotaron en los comicios. El desencanto ha seguido creciendo y ya más del 63% de la población, según una encuesta de Parametría, está dispuesto a votar por un independiente antes que por las formaciones partidistas clásicas. Los partidos están en su momento más bajo, sólo el 19% de la población confía en ellos, hay una apertura del electorado y un ambiente muy crítico. Esta reducción del perímetro electoral ha golpeado a los partidos en su médula espinal: los estados. Y la reacción no se ha hecho de esperar. En doce de ellos se han aprobado candados normativos, las llamadas leyes antibronco, para frenar el avance de los independientes en las elecciones locales de 2016 y 2017. La desconfianza ha vuelto y ha puesto en alerta a los defensores de la apertura política. Pero aquí hay que estar alertas de los insiders (líderes provenientes de los mismos partidos políticos) que por sus discursos en contra de las “cúpulas partidarias” puedan parecer outsiders. Ante este panorama, un centenar de pensadores, académicos, políticos y artistas han lanzado un manifiesto a favor de las candidaturas independientes. Detrás de cada firma late la insatisfacción con el actual sistema. Hay una crisis de representación y señalan que sólo un candidato independiente puede traer credibilidad y obligar al sistema a reformarse. Pero ante la debilidad de los partidos políticos, y a la falta de lealtad partidaria, siempre habrá espacio para un outsider.
Más allá de tipologías y matices, los outsiders tienen en común la exacerbación de la personalización de la política y la improvisación organizativa y propositiva. Buscan representar el descontento social, pero sólo sirven de amortiguador. La experiencia nos ha enseñado que la solución de las crisis sociales sólo se pospone con los outsiders. El radicalismo y la conflictividad van encubando mientras éstos crean el espejismo de la representación. Como en otras partes, en México se ha acumulado mucho rencor ciudadano y un outsider puede recoger esta carga, no importará su origen, sino que su discurso sea antisistema. La genuina representación se forma en la mediación de las demandas sociales movilizadas y no en las aventuras mesiánicas que se ofertan a diestra y siniestra.
Consejero electoral del INE.