Hace algunos meses unos buenos amigos me preguntaban sobre el llamado Metaverso, ese espacio virtual que ya convive con nosotros y que lucha por incorporarse sigilosa y paulatinamente a nuestra realidad. En aquel entonces la inquietud manifestada por mis amigos no provocó mayor entusiasmo en mi, mas que la remembranza de una película de ciencia ficción y dibujos animados que se exhibió en los cines hace algunos años “Ready Player One” dirigida nada menos que por Steven Spilerberg y basada en una novela del mismo nombre escrita por el también guionista Ernest Cline; sumamente recomendable para lograr una percepción sobre el tema. Sin embargo, después de la plática con mis cuates, me quedé con la inquietud sobre las implicaciones, más allá de la ciencia ficción -esta por demás decir que me apasiona- que este llamado Metaverso podría tener en la vida cotidiana y me dispuse a indagar, por aquí y por allá, las posibles implicaciones y decidí escribir algunas de ellas en una serie que presentaré en algunas entregas a partir de hoy.

Como buen ingeniero, procuro mantener vivo mi interés en la ciencia y la tecnología y sigo maravillándome, a pesar de la increíble velocidad con la que se incorporan artilugios, aplicaciones y demás elementos desarrollados por ingenieros y científicos de todas las latitudes, de nuevos “gadgets” para reproducir música o hacer ejercicio, equipos móviles para comunicarse de manera más eficiente o aplicaciones tan sofisticadas que generan información y anticipan la publicidad que se exhibirá en nuestros dispositivos en función de nuestros gustos e intereses para “inducir” nuestro modo de comprar; sin descartar aquellos avances tecnológicos que parecen ser extraídos o que incluso nos permiten sumergirnos en escenas de ciencia ficción.

Este martes #DesdeCabina inicia una pequeña serie con algunos textos que pretendo inviten e introduzcan a mis atentos y sesudos lectores en uno de los conceptos más novedosos y sobre todo más tecnológicamente disruptivos de los últimos tiempos, ese que desde hace algunos años escritores de ciencia ficción y cineastas han deslizado sutilmente en la pantalla grande y que nos han transportado a realidades en donde todo es posible, en donde la representación de uno mismo, de la manera en que se interactúa, se consume contenido y valores “intangibles”, con “monedas” digitales o criptomonedas como se les conoce desde hace años, literalmente parecen sacados de películas futuristas.

Empecemos primero por abordar el Metaverso, vocablo aún no definido en el diccionario de la RAE, cuyo acrónimo se construyo como “meta” (más allá) y “verso” (universo) y fue acuñado por primera vez en la novela Snow Crash del escritor de ciencia ficción Neal Stephenson. Este vocablo pretende dar una idea -grandes empresas ya están respaldando esto- de lo que podría ser la siguiente generación de internet, en donde la conectividad, interacción entre personas a través de sus avatares (representaciones digitales, con o sin aspecto digital, de un usuario reconocido en internet o en una red virtual) con o sin artilugios para vivir experiencias en realidad aumentada o sensorial y realidad virtual, y que permite extrapolar o llevar el universo que hoy conocemos a un espacio más allá gracias al internet de las cosas, el contenido digital y el uso de monedas digitales de cambio. En este nuevo “universo” se puede “convivir” con otros avatares (usuarios) que pueden adquirir o contar con propiedades digitales, valores intangibles y sobre todo respaldados por transacciones hechas a través de blockchain, de manera independiente, segura y descentralizada, de instituciones bancarias, en las que millones de usuarios validan la cadena o el bloque de cadenas de operaciones. Continuará…

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