Hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre. Dicho popular 
 
Pero el cariño comprado 
ni sabe querernos 
ni puede ser fiel. 
José Alfredo Jiménez. 
“La que se fue”

El pasado 2 de junio el presidente anunció: “Sí estoy pensando que le vamos a dar otra vuelta a la tuerca porque hace falta darle más al pueblo y, si es posible, pasar de la austeridad republicana a una fase superior que podría llamarse pobreza franciscana para todos, todos. O sea, que se acaben por completo los lujos, no puede haber gobierno rico con un pueblo pobre.” Y lo dice, sin morderse la lengua, desde la frugalidad del palacio virreinal donde habita y tiene a su servicio una tropa de asistentes incluyendo los cocineros que le preparan tamales de chipilín y los guisos de su tierra.

El hombre que no logró convencer a sus propios hijos de apegarse en su vida diaria a las virtudes franciscanas, ahora pretende construir un país de pobres porque, según ha dicho, las clases medias son aspiracionistas y, cuando tienen altos niveles de educación, son muy difíciles de convencer.

En su obsesión por repartir dinero, ha exprimido las finanzas públicas provocando una serie de desarreglos: la desaparición de organismos como el Consejo Nacional de Promoción Turística, el Instituto para los Emprendedores y ProMéxico; la extinción de fideicomisos que —como el Fondo para la atención de desastres— tenían una razón de ser; la transferencia de recursos de distintas dependencias y la imposición de recortes draconianos en toda la administración pública.

Esos recortes, impuestos, como el Tren Maya o el aeropuerto de Zumpango, sin estudios previos, han afectado la calidad y el mantenimiento de instalaciones cruciales como el Metro; han dejado sin lo indispensable a muchas instituciones de salud; han llevado a la cancelación de programas que buscaban reducir las desigualdades sociales como las escuelas de tiempo completo o las guarderías que permitían a las madres trabajadoras la tranquilidad de saber que sus hijos estaban bien cuidados.

Mientras pregona en sus conferencias mañaneras que “ya se acabó la corrupción de los de arriba”, cada día aparecen nuevas revelaciones sobre los arreglos del funcionariado cuatroteísta con empresarios, los contratos multimillonarios con empresas fantasmas, la desviación de recursos públicos hacia bolsillos privados y el enriquecimiento repentino de los suyos.

Casi agotadas las fuentes de recursos gubernamentales porque ya se vaciaron las cajas de los organismos y se acabaron los guardaditos que dejaron los gobiernos precedentes, ¿qué le queda al presidente para seguir manteniendo las transferencias que explican en gran medida el cariño (comprado) de la gente y el voto por Morena?

López Obrador sabe bien —y lo confirman diversos estudios de opinión— que detrás de sus niveles de aprobación y su traducción electoral, están sus mimos al pueblo y las pensiones sociales, y por eso está dispuesto a mantenerlas hasta el año 2024, cueste lo que cueste. Amor con amor se paga.

Presidente de Grupo Consultor 
Interdisciplinario. @alfonsozarate

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