La desfachatez parece ser inagotable. Como nunca, y como resultado del paro de mujeres convocado por las Brujas del Mar, políticos mexicanos de todos los partidos no han podido resistir la oportunidad de treparse, como la hiedra venenosa, a los justos reclamos del feminismo para golpearse entre ellos. Y no hay ni a cual ir en su descaro.

En la cúspide legislativa el panista Mauricio Kuri, quien excluyó de su gabinete en Corregidora a las mujeres, hoy, con una indignación fingida, pide pena de muerte a feminicidas mientras señala con saña a las mujeres que pugnan por la despenalización del aborto. Por otro lado, Lilly Téllez, de Morena, pone de manifiesto lo que resulta de hacer pactos políticos con el diablo. Ella es el mejor ejemplo de la alianza de Morena con una ultraderecha que se opone a los derechos de las mujeres. Del PRI ni hablamos, porque vivimos 6 años de misoginia y machismo de muchos funcionarios que hoy ocupan curules como Miguel Ángel Osorio Chong, exsecretario de Gobernación, responsable de poner trabas a la declaración de las Alertas de Violencia de Género contra las mujeres en todo el país.

Por su parte el Presidente de México ha caldeado los ánimos con sus desafortunados comentarios sobre el feminicidio. Pero sus dichos no iniciaron hace una semana ni hace un mes. No olvidemos cómo defendió al otrora “autodefensa”, Manuel Mireles, incluso después éste llamó “pirujas” a las mujeres derechohabientes del ISSSTE en Michoacán. “Perdónenlo”, dijo Andrés Manuel como vicario y por penitencia le impuso tomar una capacitación en Inmujeres, eso sí de manera voluntaria y si el delegado tiene tiempo.

Los políticos oportunistas creen que las mujeres somos de memoria corta. Pero no hemos olvidado a Vicente Fox llamarnos “lavadoras de dos patas” ni al priista Alejandro García Ruiz decir que “las leyes, como las mujeres, se hicieron para violarlas”. Tampoco se nos olvidan Kiko Vega, quien un Día de la Mujer nos felicitó diciendo que “Las mujeres están rebuenas... rebuenas para cuidar niños y atender la casa”, ni el priista Jorge Hank Rohn quien compartió que “su animal preferido” somos las mujeres. Más cerca en el tiempo, Francisco Moreno Merino, del casi extinto PRD, dijo que no hay “mujer bonita que no llegue a ser meretriz” y Joel Ortega Cuevas, ex jefe de policía del DF comentó que “es el día de las secretarias cuando los hoteles se llenan”. En Puebla, Héctor Alonso, diputado de Morena recomendó a las mujeres “pensar antes de abrir las piernas” y Pedro Haces Barba, también de Morena, nos aconsejó vestir “menos provocativas” para evitar el acoso de los hombres, porque “después no se aguantan”.

El machismo ha permeado todas las actividades de la función pública y no desaparecerá con un movimiento de varita mágica (como sí desaparecen millones de pesos). La misoginia está tatuada en el ser y hacer de nuestros gobernantes y está presente en la mayoría de sus discursos. El machismo está escrito en piedra en nuestros códigos y se utiliza para castigar a las mujeres que no son “buenas y santas”. La discriminación machista es tan fundamental para el sector salud que diputados antiderechos buscan protegerla legislando la “objeción de conciencia”. La violencia contra las mujeres es cotidiana en la Secretaría de Educación, en las fiscalías y los juzgados.

Las marchas feministas del 8 y el paro del 9 de marzo no son una guerra de mujeres contra hombres ni son para señalar a un gobierno en particular. Estas expresiones de hartazgo son un llamado a gritos a los políticos para que por primera vez en sus vidas y sus carreras, se callen y escuchen. Son un reclamo a todos y cada uno de ellos por la mezquindad con la que han ignorado las exigencias que hemos hecho por años.

Ningún político de este país tiene la calidad moral para opinar sobre nuestra lucha. Todos tienen cola que les pisen por las omisiones que han llevado a la crisis de violencia feminicida que vivimos en México. Ya es hora de que guarden silencio.

Activista Defensora de Derechos Humanos e integrante del Centro Latinoamericano para La Paz, la Cooperación y el Desarrollo

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