En las últimas semanas del mes en curso hemos sido testigos de toda una serie de movilizaciones, tanto en la Ciudad de México como en distintas entidades de la República, cuya consigna fue el rechazo hacia cualquier tipo de violencia contra las mujeres. En este contexto, no podemos pasar por inadvertida la situación de hecho que continúa violentándolas, pese a los esfuerzos institucionales por intentar erradicar la problemática, así como por la lucha político-ideológica que han emprendido grupos afines al pensamiento feminista para lograr espacios seguros para todas.

Frente al breve contexto descrito, llama la atención de forma intempestiva la propuesta que hace el Presidente del Comité Directivo Estatal del PRI [Juan José Ruiz Rodríguez] en Querétaro, referente a reinstaurar la pena de muerte, y aplicarla a los feminicidas. Sobre este punto en particular, se han pronunciados distintas voces, en su gran mayoría en contra; sin embargo, debemos hacer una pausa para recordar el por qué es inadmisible siquiera pensar en una propuesta de tal desproporción.

En el plano internacional México ha suscrito tratados que contemplan la abolición de la pena de muerte para los países miembros, asimismo, nuestro país ha ratificado el Protocolo de la Convención Americana sobre derechos humanos relativo —también— a la abolición de la pena de muerte. De igual modo, nuestra Constitución Política en su artículo 22 expresa la prohibición sobre dicha pena. En el mismo tenor de ideas, ¡el mismo PRI! en su declaración de principios asume que, “el ser humano, en su realidad individual y colectiva, representa el más alto valor de la vida en sociedad.”

Con base en los imperativos jurídicos enunciados, lo que sorprende no es la propuesta, a sabiendas de su inviabilidad formal, sino el empeño en sostenerla —discursivamente— como una alternativa para castigar a los delincuentes. Tal parece que, lejos de buscar la justicia lo que se pretende es tocar las cuerdas sensibles de la venganza, sin importar las condiciones de violencia que prevalecen en toda la geografía nacional y particularmente en Querétaro, como si eso bastase para atender un problema estructural, o en el peor de los casos, como si eso fuera a rendir algún beneficio electoral.

Finalmente, luego de toda la ola de violencia que aqueja a nuestra sociedad, matar es la brillante idea que propone el dirigente estatal de un partido que está en la tumba y quiere —de paso— ser acompañado por los feminicidas.

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