Inobjetable fue el veredicto de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): la ministra Yasmín Esquivel plagió más del 90% de su tesis profesional e incurrió, en complicidad con su directora de tesis, en un ilícito severamente sancionable por la UNAM, por el que, de haberse denunciado, habría sido expulsada de esta Universidad y desconocidos sus estudios. Pero, gracias a la complicidad de su asesora, el delito prescribió, y este centro de estudios dice no poder proceder en su contra; y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, léalo usted bien, dice carecer de mecanismos para sancionarla por este motivo, reforzando su total impunidad.

Al más puro estilo de la 4T, un delito más permanece impune entre las filas porque la ministra carece de dignidad para renunciar al cargo, prefiriendo desprestigiar al Poder Judicial con un título falso desde su origen, lo que seguramente motivará impugnaciones a muchas de sus sentencias.

La gravedad del caso no sólo reside en la forma como obtuvo su título, sino en todas las mentiras y engaños que a lo largo de varias semanas orquestó —como decirse víctima de plagio— para sostener su embuste, llegando a involucrar a un ministerio público, quien no encuentra la manera de lavar su complicidad en el caso.

El ascenso a ministro de la SCJN de Yasmín Esquivel expone una cadena de fallos y omisiones, adicionales a los de la UNAM, que requieren corregirse: los servicios de inteligencia del Estado que con frecuencia utiliza AMLO para investigar y atacar a sus enemigos, no evitó que el Presidente cometiera el error de proponer a un personaje que dañara su ya cuestionada reputación; el Senado de la República no sirvió de filtro para garantizar que la SCJN contara con un miembro honorable; y, la propia SCJN no validó la información de esta arribista.

“Yas”, como suelen nombrarla en algunos medios de comunicación, no renuncia porque su amigo y jefe, Andrés Manuel, la apoya; porque le sirve de ojos, oídos y voz para manejar sus intereses en el Poder Judicial, y porque representa un compromiso personal con su esposo, su contratista y mecenas favorito, José María Riobóo, constructor de los segundos pisos durante su gobierno en la Ciudad de México, e inspirador del Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles”, y quien, se dice, financió parte de sus campañas a la presidencia.

Resulta preocupante que sea el propio Presidente quien pretenda someter y controlar al Poder Judicial, a través de personajes como Yasmín Esquivel, quitándole la autonomía e independencia que le otorga la Constitución. Esto explica la campaña de apoyo emprendida a favor de Yasmín, en sus homilías matutinas, en las que, como de costumbre, no tuvo empacho en engañar y mentir para intentar salvarle el pellejo a su amiga, incurriendo en una más de sus incongruencias.

Para algunos juristas, y para el propio AMLO, la respuesta de la hoy FES Aragón debió ser más contundente respecto a la invalidez de su título profesional, por lo que el caso se turnará a la Secretaría de Educación Pública, quien, seguramente por ser de la 4T, reiterará que ante un ilícito prescrito no le puede quitar la cédula profesional que la habilita para trabajar en esa actividad.

La permanencia de Yasmín Esquivel en la SCJN daña al Poder Judicial porque carece de la probidad y honorabilidad que se demanda a sus miembros. La renuncia sería, apenas, un acto ético tardío.

Periodista y maestro 
en seguridad nacional

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