Morena está cerrando el sexenio con la marca de la casa: mandar al diablo a las instituciones. López ya vio que desafortunadamente, no es Miranda Priestly y por tanto, no hay solamente Plan A. Pero de que se lo digan sus asistentes personales a que se lo digan legisladoras y legisladores, instituciones y la ciudadanía, es una cosa abismalmente diferente. Luego de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación echara para atrás la primera parte del Plan B de la reforma electoral impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador el gobierno federal mostró su verdadera cara. Con el anuncio del Plan C, están mostrando sus verdaderas intenciones, porque esta propuesta no es más que buscar a toda costa, tener la mayoría calificada en el Congreso, para ahora sí, poder desaparecer al INAI, al INE, al Tribunal Electoral y por qué no, el día de mañana, hasta a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Son malos perdedores, en lugar de echarle la culpa al árbitro, debería voltear a ver los profundos errores de sus jugadores. Ahí es donde queda clara la calidad humana, política e institucional, en el momento en el que acusan de traidores y traidoras a las instituciones y servidoras y servidores que están en desacuerdo con Morena.

Se les olvida que gracias a la ciudadanía ocupan el cargo que tienen y que, por tanto, deben rendirles cuentas sobre lo que votan, lo que aprueban y lo que proponen; no hacerlo por debajo del agua y quejarse cuando alguien les cuestiona o les pone freno de mano. Dice López que si la intención de los conservadores era enriquecerse en el sector público, se hubieran metido en el privado. Claro, y si no querían cumplir con sus obligaciones de rendir cuentas, ser transparentes y llevar a cabo el debido proceso legislativo, quizás Morena también debió haberse ido al sector privado.

Pero insisto, esté usted contenta, contento porque hoy ganamos de nueva cuenta. Y seguramente, venceremos el plan C, el D, el F y nos podemos agotar el abecedario entero, esperando que en alguna letra Morena entienda que está actuando de forma equívoca. Con la resolución de la SCJN, respecto al Plan B, ganó la justicia y el estado de derecho.

Ganó, no un partido, sino el estado de derecho, ganó que tenemos un país democrático, un país de instituciones sólidas, que todavía distingue poderes, que tiene pesos y contrapesos.

Es deber nuestro disculparnos nuevamente por un gobierno federal tan sesgado, tan autoritario y tan antiinstitucional.

Pero es también menester nuestro, asegurar que la democracia no se vea vulnerada de ninguna forma, ni siquiera en el Plan Z. Quizás unos cursos con Meryl Streep funcionen para sacar planes coherentes, alcanzables y sobre todo, que no violen los derechos políticos de las y los mexicanos a la primera.

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