El pasado miércoles 25 de septiembre se marcó un hito en la historia del estado de Oaxaca  al haber aprobado su Congreso, con una diferencia de 12 votos, la reforma de despenalización del aborto. Esta ha sido una noticia que a quienes abrazamos ideales progresistas nos llena de satisfacción, pero al mismo tiempo nos preguntamos: ¿y en Querétaro para cuándo?

El estado de Oaxaca ha sido cuna de dos de las figuras liberales más importantes de la historia de México: Benito Juárez y Porfirio Díaz (quizá uno más liberal que el otro), y ahora una vez más este estado muestra ser un ejemplo para nuestra nación, en esta ocasión en materia del aborto. Dicha reforma en el Código Penal del estado de Oaxaca, aprobada con 24 votos a favor y 12 en contra, permite la despenalización del aborto siempre y cuando sea antes de las 12 semanas de embarazo. Desde luego que este evento ha tenido muchas opiniones a favor y otras más en contra; estas últimas han sido particularmente de grupos religiosos, quienes tras la sesión en el congreso oaxaqueño no pararon de catalogar a los legisladores como “asesinos”.

¿Acaso lo son? No, por el contrario, son personas conscientes del tema.
En Querétaro, en cambio, el aborto sigue siendo un tema delicado en nuestra sociedad, sobre todo por la idiosincrasia que permea en ésta. Hace décadas este tema era limitadamente hablado en la población queretana, sin embargo, el cambio generacional, que ha traído consigo ideas relevantes, modernas y progresistas para mejorar el estado y bienestar de nuestra sociedad, ha permitido que se comience a hablar acerca del aborto de una manera mucho más transversal, pero también más incisiva ante la implacable necesidad de transformarlo en algo legal, aunque sea bajo ciertas circunstancias en el primer paso.

Los grupos conservadores y religiosos, ante esta creciente búsqueda de diálogo y de demanda del aborto legal, se han mostrado reacios a aceptar algo que es meramente ineludible. La decisión de abortar no es una decisión que deba ser obstaculizada ni mucho menos tomada por cuestiones religiosas. La decisión de abortar tiene que ver, en cambio, con si la fémina fue víctima de violencia, pero más allá de eso (que es lo básico y que en ese caso varias entidades federativas lo permiten) se debe tratar como una decisión individual de la mujer en relación básicamente a cuestiones sociales, es decir, a su desarrollo íntimo o personal, a su desarrollo educativo y laboral, a su capacidad económica para poder sufragar los gastos que representa un retoño, y demás cuestiones sociales.

Considerando lo anterior, el aborto no sólo favorece a un desarrollo social, sino a unas finanzas sanas del Estado. Tengamos como ejemplo una mujer que está embarazada y que su pareja sentimental se deslindó de sus responsabilidades (como sabemos que sucede en México y en el mundo). Si esta mujer no tiene un trabajo lo suficientemente bien remunerado y/o carece de algún otro tipo de apoyo familiar, las probabilidades de que le dé una vida con amplias oportunidades educativas, de salud, de cultura, etc., a su infante son reducidas, limitando su movilidad social, y de esta manera a través de los programas sociales se convierte en un recurso más que debe destinar el Estado a la sociedad, lo que significa menos recursos para otros rubros también importantes, como la educación, la salud, la ciencia y tecnología, la cultura, el arte, etc., que al final del día son motores de desarrollo del país.

Reconozcamos el esfuerzo de aquellas personas quienes buscan una sociedad más justa. Dejemos de tener una idiosincrasia que no empata con los retos sociales de este momento y apoyemos ideas, medidas y políticas progresistas que ayuden, en cambio, al desarrollo social de nuestra entidad por el bien de todas y todos.

Google News