No es una casualidad que, útlimamente, escuchemos con cada vez más frecuencia conceptos como la diversidad y la inclusión, pues ambos, ciertamente, nos enriquecen como individuos y como sociedad. En primer lugar porque afianzan el valor del respeto a la dignidad de todas las personas, y en segundo porque fortalecen nuestra riqueza cultural y las bases de lo que hoy es México.

En esta reflexión, y con motivo de que el próximo 9 de agosto se conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, las y los invito a revalorar y apreciar la riqueza cultural de los pueblos originarios, que en gran medida nos han dado nuestra identidad nacional. Debemos aprender más de ellos, y mirar con respeto y orgullo sus tradiciones, lenguas, conocimientos y todo lo que le han aportado a nuestro país.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en nuestro país habitan 68 pueblos indígenas. Cada uno con su propia lengua originaria, mismas que alcanzan las 364 variantes. Dichos pueblos representan a 25.7 millones de personas.

Lo anterior quiere decir que el 21.5% de los mexicanos se autoreconoce como de origen indígena. Por lo tanto, es una tarea prioritaria de nuestro país garantizarles las mismas posibilidades y oportunidades para realizarse como individuos y como grupo social, respetando sus rasgos culturales.

Un ejemplo claro de respeto a nuestras culturas originarias es consumir lo que éstas producen y apoyar su economía, prefiriendo los productos realmente indígenas sobre las imitaciones que se apropian de sus tradiciones para obtener un lucro.

Necesitamos construir una sociedad más incluyente, que recupere toda la aportación que los pueblos originarios pueden hacer al país y que no permita su marginación. Esto tendría muchos beneficios. Un ejemplo está en la materia ecológica, donde los pueblos indígenas pueden jugar un papel muy relevante.

De acuerdo con datos del Banco Mundial, las comunidades indígenas habitan el 15% del territorio mundial, pero en este espacio cuidan del 80% de la biodiversidad del planeta. Además, la dinámica de estas comunidades es de las que menos afectan a la naturaleza. Sus hábitos de vida, alimentación y consumo no generan los mismos residuos y afectaciones que los de quienes vivimos en las zonas urbanas, por ejemplo.

México debe garantizar que los pueblos indígenas participen, con un activo protagonismo, en la elaboración de todas las políticas públicas relacionadas con ellos; que se asegure su derecho al desarrollo, poniendo a su alcance la tecnología moderna pero aplicada a su propia cultura y proyecto de vida; que la educación avance en la promoción de sus valores, su cultura y sus lenguas; y que el acceso a la justicia incorpore de manera más efectiva la comprensión y respeto de sus usos y costumbres. En resumen, tenemos que reorganizar la visión gubernamental y social para abordar el tema desde una perspectiva integral.

Como individuos nos corresponde también ayudar en la construcción de una nación más plural, fomentando y respetando el diálogo entre todas las personas, sin importar que tengan diferentes ideas, credos o culturas, entendiendo que esta diversidad enriquece a nuestra nación.

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