Con toda seguridad muchos de nosotros, a lo largo de nuestra vida, en el trabajo, la escuela, la vida cotidiana, en el transporte o cuando se viaja fuera del lugar de residencia, hemos coincidido —que conste que no he utilizado la palabra convivido— con algunas personas “diferentes”; dicha coincidencia, me atrevo a afirmar que un gran porcentaje de nosotros podríamos decir, no fue del todo cómoda, es decir, quizá nos encontramos en imposibilidad de “ayudar” o nos empeñamos en esconder nuestra curiosa mirada tras conversaciones o acciones con franco y fingido disimulo, o quizá ambas.

Introduzco de esta manera la colaboración semanal #DesdeCabina para abordar este relevante tema en razón de que el pasado viernes 3 de diciembre atendí por invitación de la Secretaría de Turismo del Estado de Querétaro un significativo evento en donde, en el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, se llevó a cabo la firma de un convenio entre el Observatorio Iberoamericano de Turismo Inclusivo y la Secretaría de Turismo de nuestra entidad.

La firma, lejos de transmitir sólo un acuerdo tácito de colaboración y sensibilización para proveedores de servicios turísticos en el estado respecto de la atención a turistas con discapacidad, se tornó en algo emotivo en verdad, ya que los asistentes no sólo atendimos conferencias sobre el diferenciación de las discapacidades y el impacto en los servicios, no sólo turísticos, que proporciona la sociedad en su conjunto a estos ciudadanos, sino que despertaron sutilmente  —al menos en mí— esa humanidad que de repente me esfuerzo en ocultar.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) al 2020, viven en el mundo poco más de mil  millones de personas con algún tipo de discapacidad, es decir casi el 15 % de la población mundial, cuyo porcentaje sigue en aumento gracias a las tazas de envejecimiento de la población y al crecimiento de enfermedades crónicas.

En México, según el último Censo de Población y Vivienda 2020 del Inegi, hay 6,179,890 de personas con algún tipo de discapacidad, siendo 53% hombres y 47% mujeres que representan  4.9% de la población nacional; si lo relacionamos con las 126,014,024 de personas que radican en el país, según la misma fuente, podemos rápidamente identificar que existe en nuestro país al menos 1 persona con discapacidad por cada 20 connacionales.

La existencia de grupos sociales y fundaciones que valientemente entregan su tiempo, tenacidad, paciencia y recursos para apropiarse de los retos y concientizar sobre los débiles visuales, sobre las personas con discapacidad mental, auditiva o motora, en verdad que merecen no sólo ser escuchados, sino también apoyados.

Todos estos esfuerzos y más aún la humanidad que todos deberíamos exhibir de verdad que me puso en un “mood” de empatía y reflexión que hoy traigo a esta colaboración para afirmar que quizá los discapacitados somos otros, que nuestra apatía, la falta de interés por modificar nuestro entorno, la ausencia de involucramiento o desdén inclusive respecto de este tema, de estos seres humanos, cuya única petición es ser tratados con normalidad, con respeto y atención especial, evidencia nuestra mayor discapacidad como “seres normales”. Deberíamos de “ser más inclusivos”, mentalmente al menos. No es imposible.

@Jorge_GVR

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