La cascada de opiniones en favor o en contra de la renuncia de Santiago Nieto Castillo a la dirección de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), después de su boda celebrada con Carla Humphrey en la ciudad popularmente conocida como Antigua Guatemala, cuyo nombre oficial histórico es “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala”, inundó durante una semana los encabezados de medios de información y redes sociales.

Resulta paradójico que la “noble y leal” Antigua Guatemala se convirtiera en el escenario para retirar la confianza a un funcionario que durante tres años actuó de manera implacable, una especie de fiscal de hierro de la 4T, a quien el presidente de México reconoció en su momento como “amigo y servidor público de verdad”.

La duda sobre la lealtad de Santiago Nieto se despejó al conocer la lista de invitados entre los que destacaron Josefina Vázquez Mota, senadora del PAN y presuntamente acusada de recibir mil millones de pesos del gobierno de Peña Nieto para una supuesta fundación de migrantes, cuyo destino de los recursos nunca fue aclarado; Carolina Viggiano, actual diputada y secretaria general del PRI y esposa del legislador Rubén Moreira, presuntamente acusado de recibir más de 30 millones de pesos por parte de Alonso Ancira, quien se encuentra en proceso judicial por la venta irregular de Agronitrogenados a Pemex.

Los logros conseguidos por la UIF, bajo la dirección de Santiago Nieto, no alcanzaron para disculpar al exfuncionario del equivocado cálculo de convocar a una celebración privada a personajes que involucraban un conflicto de interés con el trabajo que la institución que representaba realiza. El hecho fue leído en clave de confrontación abierta con el huésped de Palacio Nacional. Pero, también, en términos de un precedente inaceptable a unas horas de encabezar el inicio de las sesiones del Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York, donde el tema central del discurso del presidente sería la lucha contra la corrupción.

Aunque el acontecimiento sucedido en la ciudad de Antigua Guatemala detonó el cambio de rumbo de la UIF, es limitado suponer que la decisión del presidente responde simplemente a una molestia por la “extravagante” celebración nupcial de la pareja. El nombramiento de Pablo Gómez, como nuevo director de la UIF, envía un mensaje en distintas direcciones sobre el papel que tomará esta institución. Pero, también, sobre la actuación de quienes aspiran a convertirse en el relevo de Andrés Manuel López Obrador en 2024.

Pese a las críticas por la asignación de Pablo Gómez frente a la UIF, se trata de un político con un conocimiento profundo del sistema político mexicano, con una trayectoria de lucha por más de 30 años  por erradicar la corrupción de funcionarios públicos y de una persona que nadie duda de su capacidad y honradez. Su llegada, sumada al invaluable antecedente que deja Santiago Nieto, podría profundizar la ruptura con los esquemas que cobijaron la impunidad en las décadas pasadas.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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