No conozco Japón. Viajar a ese país es un sueño que quizá no lograré. Admiro a sus habitantes: cultura, capacidad de trabajo, inteligencia probada, talento, ingenio, ética y sentido de responsabilidad social. Una de las ventanas a mi alcance para conocerlo es la literatura. Le hablaré de Haruki Murakami.

Este hombre, nacido en Kioto el 12 de octubre de 1949, es traductor y autor de novelas, relatos y ensayos. Ha obtenido los premios Franz Kafka (2006), Mundial de Fantasía (2006), Jerusalén (2009) y Hans Christian Andersen (2016). Su obra está traducida a cincuenta idiomas, por lo cual he podido leerlo en español. A nivel mundial, es una de las figuras más sobresalientes de la literatura posmoderna.

Es un gran atleta. Ha participado en muchos maratones del mundo, y de joven completó ultramaratones de 100 kilómetros. Describe sus métodos en De qué hablo cuando hablo de correr. Sabe de música y ha escrito sobre compositores, directores, movimientos artísticos y orquestas. Su libro Música, sólo música, contiene sus conversaciones con Seiji Ozawa, quien condujo la Boston Symphony Orchestra en un tiempo en que Murakami era profesor de Harvard, así que tuvieron oportunidad de hablar sobre sus conciertos favoritos, comparar dos grabaciones de la misma pieza en discos LP, pasar tardes enteras hablando de sus pasiones y de Brahms, Beethoven, Bartok, Mahler, sobre las enseñanzas de Leonard Bernstein y de la vida cotidiana lejos de Japón.

Su libro Hombres sin mujeres, que contiene siete relatos, se ha convertido en guiones de cine, como la película Drive my Car (Conduce mi coche). Es un conjunto de escritos sobre el aislamiento y la soledad que preceden o siguen a la relación amorosa. Habla del retorno de los fantasmas del pasado, o del proceso de enamorarse como una enfermedad letal.

Toda la obra de Murakami tiene un fondo musical que se puede seguir en plataformas como Spotify.

No sé tú, como canta Luis Miguel, pero yo necesito estímulos para vivir, ejemplos a seguir. En su libro De qué hablo cuando hablo de escribir, Murakami habla con claridad de sus métodos, expone su pensamiento, sus hábitos y formas de ver la vida. Por todo ello, mi admiración crece hacia un hombre muy completo.

Para escribir una novela, Murakami se levanta a las cuatro de la madrugada todos los días y dedica por las mañanas cinco horas, sin detenerse, a crear el primer manuscrito. Toda la tarde hace deporte, escucha música y lee. “Mantengo esta rutina siempre, cada día y sin variaciones. La rutina es una especie de autohipnosis, de mesmerismo, para alcanzar ese estado mental profundo que necesito para escribir”, declaró en entrevista con The Paris Review. Murakami añade: “La fuerza física es tan importante como la sensibilidad artística”. Por ello, dedica horas a correr y nadar.

Los personajes de sus novelas expresan lo que muchos piensan sin poder decirlo. Abren puertas al entendimiento: “Cerrar los ojos no va a cambiar nada. Nada va a desaparecer simplemente por no ver lo que está pasando. De hecho, las cosas serán aún peor la próxima vez que los abras. Sólo un cobarde cierra los ojos. Cerrar los ojos y taparse los oídos no va a hacer que el tiempo se detenga”.

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