No hay nada más permanente que una medida temporal.

Con la llegada de la pandemia mundial de Covid-19, se han tomado muchas medidas temporales que afectan la movilidad en fronteras y aeropuertos, así como el acceso a las visas, justo para hacer frente a la crisis. Pero hay creciente evidencia que no será tan fácil echarse para atrás en algunas de estas medidas. Esto es particularmente aparente en la frontera compartida entre México y Estados Unidos.

Hace un par de días, el secretario de Seguridad Interna de Estados Unidos anunció que extenderían las medidas excepciones que permiten expulsar a migrantes indocumentados a México en la frontera compartida. En vez de detener y deportar a los migrantes a sus países, el gobierno de Estados Unidos simplemente los regresa a México dentro de una o dos horas.

En su inicio, era una medida tomada por cuestiones de salud, pero ha resultado ser tan efectiva como forma de cerrar la frontera que ahora hay pocos deseos en la administración en Estados Unidos de cambiarlo, ni ahora, ni en el futuro cercano. Sólo aplica a los centroamericanos y mexicanos, pero ha resultado ser mucho mas efectivo como “muralla” contra la migración indocumentada que cualquier muro físico (aunque no por eso se ha suspendido la construcción del muro tampoco).

Las restricciones al tránsito peatonal y vehicular en la frontera también se extendieron por otro mes, hasta el 21 de junio. Hay muchas excepciones para cruces esenciales relacionados con el trabajo, educación y atención médica, pero esto ha llevado a un descenso rápido en los cruces entre los dos países. Probablemente esas medidas se logren flexibilizar en algún momento, pero es muy posible que sea mucho más largo que simplemente un mes más. Y quizás se terminan introduciendo revisiones sanitarias para cruzar la frontera en algún momento, como ahora se hace para armas, drogas y otro contrabando.

El tránsito por avión presenta otro serie de dificultades. Como argumenta mi colega Meghan Benton en un artículo publicado (https://bit.ly/3g9I0PX) hace unos días por el Instituto de Políticas Migratorias (MPI), no es muy claro todavía cómo se va a restaurar la movilidad aérea en el mundo, ni para los negocios ni para el turismo y las visitas familiares. Los aeropuertos y aviones, como están diseñados en la actualidad, son claros focos para la transmisión del coronavirus, por lo que habrá que ir construyendo nuevos diseños de tránsito aéreo. ¿Habrá requisitos de pruebas sanitarias antes de partir, que se presenten al lado de los pasaportes y boletos de avión? ¿Habrá más automatización en aeropuertos y menos asientos en aviones? Probablemente.

Tampoco queda claro cuándo se van a reabrir los consulados estadounidenses (y de otros países) para tramitar visas, así como las oficinas y tribunales migratorios en Estados Unidos. Los trámites normales para permitir la entrada de un país a otro también están suspendidos. Y hay presiones en Estados Unidos para limitar la expedición de ciertas visas en aras de la crisis económica actual que es el resultado de la pandemia.

Todo esto impacta en México, un país que depende del turismo y el comercio internacional, con una población viviendo en el país vecino, y tiene ciudades grandes en sus dos fronteras que dependen del intercambio diario con el país al otro lado. Sabemos que a corto plazo habrá mucho menos movilidad y eso incluye un periodo muy difícil para el turismo, menos viajes internacionales y menos conexión entre ciudad fronterizas.

¿Pero qué pasa si algunas de estas medidas se vuelven más permanentes? Eso ya está pasando con las expulsiones de migrantes indocumentados en la frontera norte, pero las restricciones en movilidad por vías legales también podrían resultarse más duraderas de lo que habíamos pensado. Aún no sabemos, pero hay que ir preparándonos para esa posibilidad.

Google News